domingo, 27 de noviembre de 2011

Confiar



Aunque parece increíble a estas alturas, aún hay algo que no tiene valor monetario ni un precio en el mercado: la confianza que uno deposita en una persona o ser vivo de cualquier naturaleza y la confianza que es depositada en uno.
En un mundo donde andamos todos desconfiados los unos de los otros (y hay que decirlo, con razones de peso) la confianza me parece que hoy es un como un bien limitado y de lujo. Yo por lo menos la veo bien escasa.

Hay confianzas ciegas y que nacen desde la guata, como de mi perrito Marley en mí. Como ejemplo, de inmediato recuerdo cuando un día le estaba colocando un chalequito y le pasé a llevar sin querer una patita. Chilló (es bien exagerado igual), pero se quedó ahí….. no arranco ni me gruñó, nada…. Ahí me di cuenta de lo frágil y vulnerable que es mi peludito.

Lo mismo pasa cuando una vez al año llamo a la niña que le venga a cortar el pelo en casa… yo lo acompaño, para darle mi apoyo moral y él siempre me mira con sus ojos de aceituna como preguntándome ¿qué onda?, luego se resigna, casi sabiendo de que sólo porque yo lo digo, lo que le están haciendo, está bien.

Luego, están las confianzas que uno deposita en los amigos, en las personas cercanas, que conocen tus historias y sus fatalidades, tus miedos, tus errores y grandes aciertos. Esas confianzas son bellas y fuertes, pero cuando algo pasa, como que algo se rompe, difícilmente uno puede parchar una confianza.

Pienso que hay amigos, que están toda la vida contigo, en las buenas, pero más que nunca, en las malas y están los que están de paso no más en nuestras vidas. No es tan triste si uno asume que hay gente en tránsito.

Está la confianza en uno mismo, esa fuerza del interior que uno cultiva con el paso de los años y donde otros te pueden ayudar o sabotear con la misma intensidad.

La confianza de la pareja, también fundamental, el estar tranquila con una persona, y confiar en ella desde el corazón, el sentir que uno puede contar con esa persona, en las buenas y en las malas. Es la certeza que se tiene al saber que si estiro mi mano, voy a encontrarme con esa otra mano.

Y luego, tenemos la confianza sanguínea, esa que una da por sentada tan sólo por ser familiar de una persona (hija, hermana, tía, prima etc). Es la confianza que se hereda, aquella que no se elige. Y yo tengo problemas serios en esta parte, porque curiosamente he confiado en mis más cercanos y me han dado la espalda o traicionado…. Y duele, pero no destruye.

Paris, por muy Paris que sea y aunque de repente se arranque con los tarros o hable tonterillas, en este último tiempo, ha sido, lo único que yo he esperado de ella: una mamá: una mamá que apoya y que ayuda, que alienta a seguir y que sube el ánimo. Pero Frank…. Es como que si nada lo que hiciera lo suficientemente bueno para él… siempre hay un pero, y ahora en este tiempo que lo necesité….. ¡cero aporte! Incluso habría preferido que no estuviera.

Una vez mi amiga P, me dijo esta frase y la voy a aplicar: a lo mejor una no fue lo que los padres esperaban que una fuera, pero tal vez ellos, tampoco fueron los padres que uno hubiera querido. Lo mejor es lidiar con ello y hacerlo, como diría mi mamá, con la cara llena de risa.

Como sea, hoy me aferro a los que confían en mí…. A los que saben que yo voy a salir adelante. Para todos ellos… mi confianza y lealtad de por vida.

jueves, 24 de noviembre de 2011

En el nombre del pene


Nosotras, las mujeres somos bien buenas para alegar y muchos de nuestros reclamos están relacionados con lo difícil que es ser mujer en una sociedad, o mejor dicho, en un mundo machista, donde ellos ganan más dinero haciendo el mismo trabajo, donde se les permite hacer a ellos más cosas que si nosotras hiciéramos sería mal vistas, que tienen más libertad sexual y que incluso tienen menos problemas consiguiendo orgasmos….

Y nos preguntamos que por qué sólo nosotras tenemos que cargar durante 9 meses con un ser vivo en nuestro vientre, sufriendo todos los cambios emocionales y físicos que ello implica, que por qué sólo nosotros tenemos que padecer todos los meses de dolores pre menstruales, menstruales, andar idiotas por los cambios hormonales e incómodas por los fluidos, que por qué todo nos cuesta todo tanto, el doble, el triple, el cuádruple… ¡no es justo!

Cierto. Pero me puse a pensar qué es ser hombre, o mejor dicho, qué es tener un pene. Un “accesorio” que a mí en lo personal me parece de lo más lindo y divertido, pero que ni muerta me gustaría tener. ¿Tener un pene nos facilita la vida, la existencia? ¿Ser hombre es más fácil?
Como periodista que soy de profesión y vocación, soy bien preguntona, me encanta saberlo todo, así es que recapitulé mentalmente lo que algunos hombres, amigos, pareja, ex parejas, etc, alguna vez me han comentado acerca de su “mini yo”, porque sí, los hombres les colocan nombres a sus penes, por ridículo que parezca.

Mi primera inquietud es relacionada con el sexo. Siempre me he preguntado qué se siente que una parte de uno se erecte , se tense, si acaso uno tiene alguna injerencia en esta manifestación de la excitación….. Acá, me han dicho que sus penes muchas veces tienen vida propia, erecciones matinales sin razón alguna, erecciones sorpresivas en medio del trabajo y en plena oficina y…. falta de erección cuando tendría que haber una. Concluyo que la cosa esa se manda sola. Y eso.. no puede tener nada de bueno.

También me he puesto en la situación de ser la que tiene un pene en la intimidad. Nosotras las mujeres, podemos fingir que tenemos ganas o que incluso acabamos y pasamos piola (no estoy diciendo que eso esté bien, pero sí le quita la presión a la situación), en cambios los hombres están cagado. O rinden o rinden. Es como que sin importar los siglos de evolución y la paridad de géneros, en el sexo, siempre él es quien será el que tiene la mayor responsabilidad, porque claro, si no se le para, si o está de ánimo, si eyacula a los 10 segundos o si se la para ahí no más, no habrá sexo. Uf!!!! Yo paso, prefiero tener vagina.

Más encima nosotras tampoco ayudamos mucho “Ah, es que ya no te gusto”, “Ah, es que tienes a otra”, “Ah, es que te cohíbo”, “Ah es que no te gusta lo que te hago”, “Ah, es que eres gay”…. Pobre gallo igual, si con sólo tener que lidiar con su pene blando, ya tiene suficiente. Al final, somos nosotras que le damos harta o casi toda la responsabilidad a ellos de nuestra propia sexualidad o placer, por que ¡ay de ellos! Si es que no nos hacen llegar. “Ah, es que no sabes cómo tocarme” “Ah es que no tienes mucha experiencia” o peor aún “Ah es que eres malo en la cama”.

El tamaño del pene podría dar para capítulos y capítulos de mitos, quejas y chistes. Que vivan los 20, hasta 30 centímetros…. El otro día escuché que el pene chileno mide 12, 5 centímetros. Claro si, el ideal son 30 centímetros es como para ponerse a llorar. Igual, hay que decir que esta cosa del largo y el tamaño es más bien una fantasía masculina validad y apoyada por nosotras que también nos dio con andar diciendo que mientras más grande mejor. Y… ¿es mejor? Personalmente nunca me he metido ni con un africano ni con un chino (conocidos estos últimos por tener una talla XS), así es que no puedo opinar tajantemente, pero he estado con hombres más equipados en que todo ha resultado un desastre….

Como sea, ellos están obsesionados con los centímetros. Incluso sé que la mayoría, con compañía o en la soledad, con huincha en mano, se lo miden y cuando adolescentes compiten en las duchas o baños por quien tiene el pene más prominente. ¡Cómo debe sufrir un hombre que nace con un pene pequeño! No en vano existen estas cosas que prometen alargar en varios centímetros el aparatito, incluso hay una operación llamada peneplastía que hace lo mismo.

Además, el pene, al parecer, es mucho más sensible de lo que suele mostrarse o solemos pensar. Si el sujeto pierde la pega, si está preocupado por las cuentas, si está agotado o estresado, ¡pum! Tampoco hay erección y ¡pum! Terremoto emocional, porque hay que decirlo, un hombre con problemas con o en su pene, es como un hombre errante, un NO hombre. Distinto nosotras que podemos lidiar con algún problemilla, infección o disfunción en nuestra vagina, no pensamos que ya no somos mujeres o que es el fin del mundo, solemos enfrentar lo que tengamos que enfrentar. Los hombres, no, estos problemas los superan y tienden a esconderse.

Ser hombre en otros aspectos de la vida, tampoco es un dulce. No se les permite tener momentos de debilidad, aún aquél que es más emocional o llora con facilidad es visto como maricón e incluso nosotras las mujeres solemos rechazar a aquél hombre que no se parece a esa imagen traspasada de generación en generación, que pareciéramos llevar en nuestros genes: al hombre proveedor, el macho seguro que llega a nuestra cueva con muchos animales que cazó con su diestra lanza (creada y hecha por él); al Superman: el héroe que nos rescata cuántas veces sea necesario y que abraza y cobija, haciéndonos sentir que con él, nada nos pasará.

Aún, cuando estamos frente a un hombre que no tienen estas características, arrugamos la nariz y salimos huyendo.
Así e que me pregunto si tener que ser proveedor, súper héroe, sin miedo a nada y andar con la libido alta y el pene erecto todo el día, será fácil realmente…. Creo que a ellos también hay que darles un ¡break! Como dirían los gringos.
PD: gracias a dios que no tengo pene.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Mi puesta de sol



Hace unas semanas atrás en medio de toda la incertidumbre, el nervio, el estrés y hasta la rabia de no poder encontrar una pega, soñé que veía una puesta de sol. Yo la encontraba tan, pero tan linda, que la captaba con mi cámara fotográfica. Una vez hecho eso, colocaba esa foto en el fondo de pantalla de mi fiel PC. La sensación era de alivio y de felicidad.

Busqué en San Google lo que significaba soñar con un atardecer y encontré, para mi sorpresa, que significaba el fin de un ciclo y el inicio de una nueva etapa en la vida, un periodo de renovación.

Después de ese sueño, pasaron una serie de cosas no muy bien aspectadas relacionadas al tema laboral, que me hicieron dudar un poco acerca de la veracidad de esa puesta de sol. Pero aún así recordaba esa imagen.

Hoy, apareció la puesta de sol y no puedo dejar de sorprenderme de cómo todos los caminos me llevaron a lo que estoy a punto de partir. No fue fácil, para nada y traté de lidiar con la cesantía, y luego la semi cesantía, de la mejor forma posible. Creo, con mucha humildad, que lo hice bien.

Pero imposible haberlo logrado sin esas personas que están junto a mí, en las buenas, pero especialmente en las malas. Algunos, ayudaron con una palabra de aliento, con recordarme de que hay momentos así, pero que se sale adelante, otros, dándome una mano, otros abrazándome y otros haciéndome reír.

Paris, mi madre, quien nunca dejó de creer en mí, incluso cuando ni yo creía. Quién lo hubiese dicho… vuelve a mi mente, el sueño de hace muchos meses, del huevo rosado. Nuestra relación renació en este tiempo, reflotando eso sí, las complejidades de mi relación con Frank. Tema pendiente.

Todo esto llevó a aferrarme a mi libertad e independencia, a mis sueños de una mejor vida, llevó a que yo valorara mucho más el sentido del trabajo. Llevó a que yo creciera un poquito más.


Mi vida se mueve ahora….

jueves, 17 de noviembre de 2011

Después de la euforia sexual


Cuando uno parte una relación donde hay mucha química sexual, la cama es el lugar donde uno más comparte con la otra persona. Son largas, pero largas horas de previa, abrazos, arrumacos, posiciones. Todo es una novedad, todo es entretenido, todo es orgásmico y no existe ni el sueño, ni el cansancio, ni los dolores de cabeza, ni el hambre, ni el frío, ni el calor ni menos el estrés, sólo existen: ganas.

Durante varios meses me quedé pegada en esta parte de mi relación con M y pegada con ganas jajaaja. Incluso en algún momento sufría pensando en que esta parte de la relación es pasajera (todos los saben, aunque cuesta admitirlo) y que en algún momento iba a ir descendiendo la fogosidad.

Sufría y me aferraba a la posibilidad de que eso NO sucediera, por lo que no podía concebir un encuentro con él, sin sexo. Entre medio, recuerdo que nos dimos cuenta que teníamos que hacer otras cosas, fuera de la cama, y lo intentamos, pero de manera forzada. Y claro, jajaja no nos resultó mucho. O sea, salíamos, pero era imposible no pensar en sexo.

Esta historia, nuestra historia partió hace ya más de un año, por lo que ustedes comprenderán, hemos pasado por varias etapas, procesos, juntos, solos, en fin. Y de a poco, sin si quiera darnos cuenta, comenzamos a compartir otras cosas.

Empezamos a ver películas acostaditos y sin interrupciones, hacer zapping. Empezamos a bajar el número de horas de nuestras maratones, apareció el hambre, el sueño, el cansancio y una sensación desconocida hasta entonces: la saciedad. Incluso comenzamos a juntarnos sin la idea fija en la mente que terminaríamos teniendo sexo, con una copa de café helado y su compañía, yo, ya era feliz.

Si hubiese leído algo así hace varios meses, me habría dado ataque de pánico…. ¡qué lata! ¡qué fome! ¡qué susto! Habrían sido mis exclamaciones, pero la verdad es que hoy esta parte de nuestra etapa, la siento completamente natural, no nos forzamos como antes, simplemente es parte de la historia y bueno… aunque aún me cuesta reconocerlo, el sexo es importante, pero no lo es todo, imposible que una relación de pareja se desarrolle si es que la única unión y entretención de a dos que hay, es la cama.

Ahora esto no significa que uno ya no desee tanto a la otra persona o viceversa, simple y llanamente es que uno va pasando por etapas y todas, tienen algo de entretenido y sorprendente. Bueno eso quiero pensar por lo menos jaajaja.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Presión treinteañera


Cuando tenía veinte y siempre (no hace tanto, ojo jajajaja), pensé que quienes aseguraban estar en crisis por cumplir 30 años, exageraban. Lo mismo pensé cuando decían que había presión externa por tener ciertas facetas de la vida zanjadas y sacramentadas a las tres décadas.

Pero les digo, es la pura y santa verdad. A los 30 años el mundo (conformado principalmente por la familia) espera que tengas la súper pega (tirando ya para una jefatura), tengas una relación súper estable (da lo mismo si eres feliz en ella o no o si estás lateada como ostra) , que ganes dinero (ojalá mucho), que ya estés pensando en tener hijos (el reloj hace tic tac) y que tengas tu hogar propio.

Supongo que hay gente que les resulta así y llegan a los 30 con todo eso a cuestas. Pero están los de mi grupo, quienes hemos hechos las cosas un poquito diferente, a veces al revés, a veces a “destiempo”, según esta reglamentación mormona.

Y así mientras vemos al resto, zambullirse en relaciones súper formales y estables, embarazarse, embarcarse en mega proyectos profesionales., uno tiende a sentirse ajeno, como un marciano en un mundo extraño donde nadie habla el mismo idioma que uno, por lo que nadie entiende lo que dices o piensas.

Así me siento yo a veces. Como extranjera dentro de mi propio núcleo y siempre a prueba. Pasando distintos test de felicidad, porque nadie puede entender que si no tengo todo lo mencionado anteriormente puedo ser igual o más de feliz. Y no es que no lo quiera, yo sí quiero tener mucho dinero y una súper pega ajajaaja, pero a veces la vida pide a gritos atender otras materias antes de embarcarte en otras cosas. Y ojo, que creo que este es uno de los pocos fenómenos sociales que afectan tanto a las mujeres como a hombres.

Porque digámoslo. Cuando vemos a un hombre treintón que aún vive con los papás, que no pololea o no ha estado ni cerca de casarse o convivir con una mujer, altiro pensamos “o es gay, o está cagao de la cabeza”.

Bueno volviendo al tema central, una vez me pasó que fui a una entrevista de trabajo donde una señora loca me sermoneó de lo “atró” de que hoy las personas prefirieran tener mascotas en vez de hijos, suponiendo de antemano y sin preguntarme, de que si tenía un perro era por eso. Y luego, con una cara de nalga impresionante disfrazado de un (es que yo soy directa) me lanzó “bueno, es que si yo viviera SOLA (acento en el sola) también tendría una mascota”.

Ese “sola” tuvo una entonación de “abandonada”, “fracasada” y no de independiente. Me dio risa la vieja loca, pero igual me fui puteándola en mi mente camino a casa. Porque claro, imagínense la osadía de una mujer que vive “SOLA” , que no está casada ni está pariendo hijos como vaca y que en cambio es feliz con una mascota. ¡inaceptable! Ese es el Chile en que aún vivimos, por mucho que digamos que estamos más liberales, eso es sólo de la boca para afuera.

Yo, en cambio, hice las cosas al revés. Me casé joven, a los 24 años. Y viví la vida loca de los 25 a los 28 años, siendo que la mayoría lo hace en la universidad. Bueno, como mis papás eran tan estrictos esa parte de mi vida se retrasó un poco, y siento que aún mi reloj sigue funcionado más retrasado. Por eso, como me separé a los 27 (aún tramito mi puto divorcio, hay otros que seguramente estarán en las mismas a los 40 jajja yo ya a esa edad seguramente estaré casándome de nuevo jo jo jo.

Si bien he hecho las cosas a mi pinta, igual hoy, a mis 31 años, me cuesta abstraerme de lo que “debo” estar haciendo. Y genera angustia, era que no, porque no es como que todo dependiera absolutamente de mí. No puedo inventarme a un nuevo esposo, ni obligar a alguien que me dé el súper trabajo. Hay cosas en que también está metido el destino. Pero la gente no entiende eso. Sólo ven resultados.

A veces me pregunto qué habría sido de mi vida si no me hubiese separado. Estoy muy segura que sería todo mucho más cómodo. Con un hombre “proveedor”, con una pantalla de felicidad. Capaz que hasta hubiese terminado teniendo críos y tal vez no estaría buscando la súper pega ni los fajos de dinero. Ante el mundo mi vida sin duda habría sido un éxito, pura felicidad. “Bien casada”, cuidada, con un hombre al lado… nada podría pasarme. No tendría que estar pasando por ninguna angustia ni económica ni emocional, los 30 años habrían llegado como cualquier edad, puesto que ya habría cumplido con la expectativa chilena de los mandamientos.

Sin embargo, estoy segura, muy segura, que de haber sido así, hoy sería una mujer muy triste. Viviendo una mentira. Sería una gran actriz. Claro, nadie estaría cuestionándome, nadie excepto yo. Y creo que eso es peor que tener a 100 personas preguntándose qué te pasó en el camino.

Por lo mismo si estás leyendo esta entrada y tienes más de 30 años y te pasa lo mismo, desde acá te mando un gran abrazo cibernético y un recordatorio que no eres él o la única. Que hay más como tú!!! Jajajajaa. ¡Vivan los 30 en libertad! He dicho.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Los rollitos “desentonan”


Una chica estaba haciendo la práctica profesional en una conocida revista femenina de un recontra conocido diario. Cuando ésta llegó a su final, su jefa, una “respetada” editora la sentó y le dijo que había hecho una muy buena práctica, que se había superado mucho. Acto seguido vino un PERO.

“Pero, si quieres hacer una carrera en este tipo de revistas (femeninas) te recomiendo bajar de peso, porque el otro día cuando estábamos en la feria (una que organiza con bombos esta revista) desentonabas”.

Lo que acabo de contar pasó y hace poco. No sé qué le habrá dicho la joven que efectivamente era más contorneada comparada a los esqueletos que tenía por jefa y compañera, pero ¿quién tiene el derecho de decirte que si sigues GORDA no vas a encajar en una pega?

Cuando me enteré de boca de un amigo de este hecho, me dio una rabia tremenda. Especialmente porque yo soy de ese mundo. Y créanme que no tengo nada de anoréxica ni mi mundo gira en torno a una marca de zapatos. Pero soy buena profesional y puedo escribir lo mismo que escribe la que sólo come lechuga porque está obsesionada con las calorías.

Hay un montón de historias en ese estilo. Y es tal cual lo pintan en la película “El diablo se viste a la moda”. Así de rudo, así de competitivo. Yo estoy muy de acuerdo que uno debe preocuparse de andar bien vestida, bonita, producida, pero de ahí a cuidar la línea y comprar cosas de marcas por una pega que no sea de promotora, rostros de televisión o modelo, me parece indignante.

O sea, si hubiese querido eso, no habría sido periodista y habría seguido los pasos de Adriana Barrientos que vive de sus pechugas y cuero. Pero yo, y estoy segura que ninguna que estudió periodismo, vive de su look, por lo menos no debiese ser así. Entendible para las que trabajen en cámara. Pero ¿las que escriben tienen que ser flacas como fideos? Eso tiene un solo nombre: DISCRIMINACIÓN. Y está lleno de eso en este país.

Porque en Chile ser gorda (o no tan flaca) y más encima fea es como un pecado mortal. Porque si no compensas eso con inteligencia superior (onda un CI de genio) estai literalmente CAGADA. Nadie te quiere contratar.

Lo más triste es que las que son más juzgadoras en ese sentido, somos nosotras, las mujeres. Y no me vengan con esto de que uno tiene que lucir glamorosa y tener un estilo nórdico porque te conviertes en la “cara visible” de la empresa. Eso es una forma de decirte “necesitamos que parezcas Barbie porque así los viejos calientes van a comprar”. Y esa es la pura y santa verdad.

Esa es una de las cosas malas de mi país. Somos (me incorporo porque soy chilena) tan prejuiciosos, juzgamos a las personas por cómo se ven y visten. Como anécdota, hace unas semanas me llamaron para una entrevista en una agencia de turismo. Pero a penas entré supe que ni cagando iba a trabajar ahí. Entrar ahí fue como llegar a Colonia Dignidad. Todos, desde la mina que hacía aseo hasta el gerente eran rubios de ojos azules. “¿Serán todos hermanos o se reproducirán entre ellos para mantener la “raza?”, pensé. Nunca me enteré, pero yo, con mi cabello rojo y mis ojos café, era como una mosca en un pastel blanco. Nunca me llamaron. Obvio, pero no me molesta, porque yo me habría sentido una india en medio de una colonia alemana.

Somos tan arribistas, clasistas, tan aspiracionales… todo es aspiracional especialmente en las publicaciones femeninas. Nunca se me olvidará cuando hacía datos de moda de carteras que valían de 80 lucas para arriba ¡quién cresta se compraría a ese precio! Lo pensaba a sabiendas que las lectoras no eran tan cuicas. Pero igual. No había que mostrar pobreza.

Incluso en los mismos avisos de trabajo me he encontrado con cosas aberrantes, onda “se busca a señorita periodista, excelente presencia”. ¿¿?¿??¿??? ese vendría siendo el requisito. El otro día me encontré con uno de antología “se busca editor de sitio web. Requisitos: SER HOMBRE Y TENER ENTRE 23 Y 30 AÑOS”. Estaba cagada, no tengo pene y tengo 31.

Si vas a Patronato, está lleno de “se busca vendedora” pero más abajo dice “entre 23 y 27 años”… ¿qué pasa a los 30?, ¿se te agota la capacidad de vender ropa china? Ah, y me encantan cuando en las empresas piden como requisito excluyente que envíes tu CV con foto, siendo que hace años que eso es ILEGAL.

Me canso de estas cosas. Pero es como nadar contra la corriente. Lo único que me queda es no querer trabajar en lugares donde la tapa es lo único que define al libro y escribir sobre esto en este blog.