Desde que volví de mis vacaciones
de Brasil han habido varios cambios en mi vida, algunos radicales, otros
transitorios, algunos vertiginosos, otros más tranquilos. Algunos se han
gestado a grito pelado, y otros en completo silencio.
La verdad es que ha sido un
torbellino de cosas, la mayoría buenas. Sin embargo, hay una en particular que
me deja con el ceño medio fruncido. Porque en esta transición, en este camino
hacia la libertad y la independencia algo le pasó a mi corazón.
Y de pasar a ser la mujer súper
entregada y paciente, me he convertido en la mujer súper huraña y mi paciencia casi
de santa está en un nivel bajo cero. De hecho, con suerte me tengo paciencia, incluso
hay días en que ni yo me soporto y me agoto jejejjee.
Estoy pasando por un buen momento
personal, es cierto, pero algo me pasa en la sección “amor”. Ni siquiera es el
tema del romance ni el sexo, que me gustan tanto, no, es en la sección “amor”,
ese departamento en el que prácticamente toda mi vida coloqué todos mis huevos,
donde invertí tanto sentimiento, tiempo y energías, para luego…………….. quedar
vacía. Es como si ya no tuviera nada de eso, es como que si esa capacidad se
hubiese esfumado, y me da rabia pensar que alguien se la robó, me refiero a la fe en el amor. Me niego a
pensar que fue hurtada. Así que prefiero
pensar que sólo está dormida, y que es una etapa a la que recién le estoy
tomando el peso.
Durante este trayecto he conocido
a algunos hombres, unos más simpáticos que otros. He coqueteado, he disfrutado
y gozado. He flirteado con la idea de algún día volver a emparejarme. ¿Por qué
no? me pregunté hace poco con bastante soltura bordeando en la soberbia. Total,
soy indestructible, una valiente, una fiera de tomo y lomo. A mí nada ni nadie
me asusta. Yo, siempre me la puedo.
Y así pensaba… hasta que, llegó
él. Lo conocí a mediados de febrero, sí,
era un secretillo guardado, incluso para este blog. Cuando lo vi por primera
vez quedé plop! Como nunca en mi vida. Fue la primera vez en mi existencia que
un hombre me gustaba de ese modo sin siquiera hablarle. Porque hasta hoy solía
ser de esas mujeres que se enamoran o se sienten atraída por cosas como una
buena conversación, la inteligencia,… en general, a mí la admiración me mueve.
Pero acá fue distinto, porque fue como flechazo.
Y este plop! Permaneció después
de hablarle, después de entrar a conocerlo. Al poco tiempo, yo creo que a las
horas de conocerlo, supe que él me gustaría más de la cuenta. Pero aún me sentía
súper segura, pisando en terreno conocido.
Me fui acercando a él de a
poquito. Y él de a poquito se fue acercando a mí, en todo sentido de la
palabra, incluso en lo sexual. Porque no sé por qué, yo decidí que con él no me
acostaría altiro. ¿Por qué hice eso?
No de cartucha, ni tampoco lo hice porque
quería dármelas de damita, en realidad lo hice porque cuando lo hiciera – a
diferencia de veces anteriores – quería estar muy segura de algo y eso era que
el pasado estaba súper pisado. Así que así me fui, lento y a mi ritmo que él
respetó.
Iba todo bien, y éramos tan
felices jajaja como digo yo, hasta que él quiso pololear en serio. Y ahí como
que a mí se me activó un chip raro en mi cabeza que creo que decía una sola
palabra: NO , o sea:
NO TE ENTREGUES
NO ENTREGUES
NO TE ENAMORES
NO SEAS ABSORVIDA
NO CREAS NADA
NO SUFRAS
NO VUELVAS A SER POLOLA
Y vinieron las peleas. Me sentí a
ratos transgredida: ¿Por qué tengo que hacer esto? ¿por qué tengo que dar esto?
Pero más que pelear con él, la verdadera resistencia fue conmigo y mi corazón.
Hoy me siento como un animalito herido. Como esos leones que tienen clavados en
la pata una espina…. Si te acercas mucho, si tratas de sanarme, te gruñiré y si
insistes, te comeré.
Finalmente nos volvimos a
separar. Por su tozudez y por mis impulsos a correr. Porque si yo soy un león
herido, él es un torito indomable. Y bueno… yo no creo en las palabras “nunca
más” ni tampoco me creo la mitad de los discursos que doy.
Porque acá hay algo. Aún cuando
esto se haya acabado de verdad, puedo sacar muchas cosas positivas en limpio,
cosas importantes en mi proceso. Y así como le rindo honores al primer hombre
con el cual tuve sexo post tragedia amorosa, yo le rindo honores a este otro
hombre, el primero que me gustó mucho no sólo post tragedia sino que desde hace
mucho tiempo. El primero que me volvió a decir polola, aún cuando haya durado
una brisa. A veces no es necesario que una persona esté en tu vida años para
que te marque, tan sólo requiere estar en un momento importante.
Tengo lindos recuerdos de ese
amor transitorio. Recuerdos locos, recuerdos románticos, recuerdos hot,
recuerdos tiernos. Y a veces me quedo pegada pensando en ellos, recordando esa
mirada eterna que hizo que se me acelerara el corazón, esa noche en que nos
encontramos que fue perfecta porque no fue planeada. La sensación de caminar
con él sin saber a dónde estoy pisando o a dónde voy…. Cosas que nunca me
habían pasado hasta hoy. Y que agradezco haberlas saboreado de la forma en lo
que hice.
C fue mi hombre transición al
infinito y al más allá. Él me hace suspirar aún, porque me conectan cosas que no están peinadas ni maqueteadas, que no están
puestas en un riel eterno y obvio, me une a él lo despeinado, el fin de la
agenda, mi grito de libertad, me une a él mi nueva etapa y la nueva persona que
se gestó en mí.
Sin embargo, aún queda de esa
Jessica antigua. Ahí está escondida debajo de mis capas, cagada de susto. Se
resiste, se resiste a morir. No quiere
salir, quiere quedarse y mientras lo hace, me llena de miedo porque es ella la
que me recuerda el dolor, la confusión, la desilusión, todo eso que yo juré no
volver más. La parte oscura del amor… y creo que he querido, en todo momento,
tal como dice una canción de Ricardo Arjona, aceptar una rosa, pero bajo la
condición que no tenga espinas, aún cuando sé que eso es imposible. Y huyo.
No quiero correr más. Quiero
quedarme. Quiero quedarme por mucho rato. No quiero ser más un animalito
herido. Y no sólo no quiero serlo, no quiero parecerlo. Hace unas semanas yo
soñé con este hombre del cual hablo. Soñé que me decía una sola frase: “la vida
es un viaje”.
Me quedó dando vueltas su frase. ¿Qué
me quiso decir? Yo creo e intuyo que tiene relación a que hay que aprender a
transitar de un lugar a otro, con placer y sin miedo. Hay que dejarse ir, hay
que avanzar, seguir, viajar y conocer.
Es posible que jamás nos volvamos
a ver. Es posible que jamás volvamos a hablar. Pero gracias a esta experiencia,
a las lecciones aprendidas en poco tiempo, no sólo he visto la miseria que
falta por barrer en todo su esplendor, sino que también confirmé que aquello
que dolió tanto una vez hoy me es completamente indiferente y que ya es parte
del olvido. Pero más importante aún, me hizo darme cuenta que quiero un amor y
que no debo tener más miedo.
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