lunes, 27 de febrero de 2012

La relación masoca


La otra noche justo me encontré con la película “La secretaria”, esa donde actúa Maggie Gyllenhaal quien termina enfrascada en una relación sado- masoquista con su jefe.

Si bien la relación de ellos era literalmente sado- masoquista, muchas veces una, sin saberlo o incluso quererlo, se ve envuelta en este tipo de interacciones que no necesariamente van de la mano a que te amarren, te azoten o den nalgadas, sino que la “tortura” es mucho más sutil, pero al parecer igual de enganchadora y viciosa.

¿Quién no ha estado alguna vez en una relación masoquista? Se dice mucho, que a nosotras, las mujeres nos gusta harto sufrir, pero a los hombres también, lo que pasa es que se quejan menos que nosotras. Ellos son los que sufren la puesta de cuernos, y el brujeo , más en silencio. En cambio, nosotras, tenemos la necesidad de contarle al mundo sobre nuestra pena.

La bandera de lucha de la masoquista es que el amor duele, por lo que sufrir es parte del trato cuando se está en una relación. Atendiendo a este principio básico, que él diga algo hiriente, que haya una pelea horrible o que incluso haya alguna mentira de por medio, es parte del juego.

La masoquista también se miente harto a sí misma…. Clásicos son: “él va a cambiar”, “podemos ser amigos igual”, “yo puedo seguir en contacto con él sin que me afecte”, “voy a esperar a que madure”, “voy a esperar a que él se dé cuenta que en verdad me ama”, “podrá estar con otra, pero es a mí a quien ama”, “ya volverá” ETC ETC ETC.

Y están las sádicas también, aquellas que disfrutan de hacer sufrir al pobre sujeto. Son las que no contestan las llamadas y mensajes de puro gusto, las que mienten porque pueden, las que les sacan celos, las que siempre dejan una estela de dudas acerca de su comportamiento…. Es como “te quiero.. pero, no sé”.

Hay hartos hombres que enganchan con la mina indiferente, la que no sólo no le interesa estar en una relación, sino que además huye de ella. La mina liberada, la alérgica a los compromisos, la casada, la que está comprometida, pero que no tiene problemas con tener un patas negras. El hombre patas negras, por lo general es igual o más masoca que la mina que es amante. Supongo que ellos parten del principio que ella va a dejar al marido para irse con él, o sea ¿cómo no si son tan estupendos? En cambio las mujeres, somos más realistas y nos atenemos a las estadísticas respecto a estos casos, claro que igual esperamos ¡por si aca!

Supongo que al final a todos nos gusta sufrir de vez en cuando y hacer sufrir. Es como parte de la naturaleza y de algún modo, así, se mantiene un equilibrio… ¿curioso, no?

viernes, 24 de febrero de 2012

La teoría del óvulo


Una vez hace muchos años, una profe de biología me dijo a mi y al resto de mis compañeritas de aula, que el amor entre un hombre y una mujer debía funcionar tal cual se veía en la naturaleza. Y como ejemplo, puso la reproducción humana y cito: “son los espermatozoides los que se pelean por llegar al óvulo y no al revés”.

A mis tiernos 12 años dicha frase no me dijo nada en verdad, después con los años y al recodarla me pareció de un machismo exasperante… ¿qué significaba eso? ¿Qué nosotras las mujeres somos eternas damiselas que deben esperar por algún hombre? Atroz.
Sin embargo, lo que los años quita en cuanto a gravidez, tonificación, y juventud, entrega en sabiduría y reflexión.

A mis 31 años, de pronto, la teoría del óvulo ya no me parece tan descabellada ni mucho menos machista. Es cosa de mirar a la naturaleza. ¿Quién ha visto a una leona detrás de un león? ¿quién ha visto a una perra montando a un perro de manera insistente? Nadie. Porque la naturaleza así lo planeó y lo más seguro es que si la leona quisiera conquistar a los leones, probablemente sólo conseguiría arañazos y rugidos.

Y como los animales y la naturaleza en sí son muy sabios, creo que hacer un paralelismo de cómo ellos actúan con cómo nosotros, los humanos, actuamos, no es tan loco, claro que con uno que otro matiz, pero me refiero a la esencia.

Ahora siempre se habla mucho de la iniciativa femenina, de que ahora somos unas winner en la cama, en el amor, que ya no esperamos por ningún hombre, que nosotras conquistamos, pedimos matrimonio, etc etc etc
Supongo que tanto empoderamiento igual se debe a años de represión, nos rebelamos y en mala. Y sí, es bakán todo eso, pero, sinceramente yo hago la siguiente pregunta: ¿a los hombres les gusta sentirse todo el rato conquistados? ¿les gusta no tener que hacer mucho por demostrar interés y prefieren hacerse los rogados y los lindos? ¿prefieren ser ‘la presa’ y no el cazador?

¿Respuesta? Empíricamente comprobado es NO! Porque al parecer los años de evolución no pasaron para ellos en cosas del corazón. A ellos les gusta llamar, conquistar, hinchar…. Y a la vez, nosotras, por muy pro que seamos, nos encanta que nos llamen, conquisten, hinchen, aún cuando digamos de la boca para afuera “ah que lata, de nuevo este gallo”.

Si esto fuera cierto y no estoy sólo dando jugo con esta teoría, se podría entender por qué cuando una anda detrás de un sujeto, una lo acosa, le insiste y aún cuando se logra el objetivo, éste pierde interés o derechamente se vuelve un pelotudo.
O sea, pasa harto eso, aunque supongo que habrá excepciones, o sea hombres que les gusta que les hagan la pega jaja y minas que son conocidas como “control freaks”.

El tema es que siento que a los hombres en general, hay que darles el “espacio” para que se sientan cazadores, aunque sea una, la que al final decide. No se trata de hacerse la gueona, sino que de ser un poquito más pilla y permitirse ser cortejada, conquistada… si eso no nos va a quitar todas los derechos que hemos ganado en los últimos años.

sábado, 11 de febrero de 2012

El día del amor en serie


Se viene el día del amor. Y me imagino que muchos que hoy están en pareja hace poco o hace años ya deben estar preparando sus tarjetas rosas, sorpresas, peluches, globos u otros tipos de regalos más vanguardistas.

Y está bien, o sea, cada uno sabe cómo quiere expresar el amor, y si se necesita de un día en particular en el año, bienvenido sea.

Personalmente hace muchos años que no celebro el 14 de febrero, incluso con pareja y sintiéndome enamorada. Creo que la última vez que hice algo en concreto para el día del amor fue cuando aún estaba casada… y ya vemos cómo terminó eso jajaj así es que San Valentín no garantiza nada en verdad.

Supongo que hace años que vengo construyendo mi propia versión del amor en pareja. Una versión en que decir muchos te amos o regalar cosas con forma de corazón una vez al año en febrero, simplemente no pega ni junta.

Para mí, hoy el amor tiene otro significado, otro peso y no tiene forma de corazón.
El amor se construye todos los días y se celebra todos los días del año porque es un milagro y una bendición.

Amar es estar con la persona todos los días, en las buenas, muy buenas, malas y muy malas. Es verse por la mañana con ojeras, cara de sueño y a veces hasta con mal humor. El amor es tener peleas tontas y a veces importantes, es reconciliarse y no sólo es color rosa con sabor a chocolate.

Es apoyar al otro, desde la cercanía o incluso desde la distancia. Es estar presente, no sólo el 14 de febrero, sino que siempre, incluso cuando se es difícil estar. Para mí, el amor dejó de tener ese sabor maqueteado de cómo tiene que ser, el amor es lo que uno siente que tiene que ser y lo que puede ser para uno en un determinado momento de la vida.

Porque el amor viene en formatos y formas muy particulares….y difícilmente eso lo pueda encontrar escrito en una tarjeta fabricada en serie ¿no creen?

jueves, 2 de febrero de 2012

Ser fantasía


Convertirse en esto en el imaginario de algún personaje masculino es un poco divertido. Halagador también, no puedo negarlo, especialmente en momentos en que pareciera que mi vida en el plano sexual y amoroso, es más teórica que práctica.

No sé si será porque esta es la primera vez que me encuentro soltera (tengo la sensación que prácticamente nací en pareja) lo que lleva a algunos a pensar que es ahora o nunca, o porque lanzo alguna señal misteriosa al universo que es captada por todo espécimen masculino, porque surgen preguntas como si acaso en la cama haré honor a mi pelo rojo o si simplemente porque existe la inquietud de saber a ciencia cierta si todo lo que escribo acá, en este blog, es real o es puro bluf. La curiosidad da para mucho.

En este período de sequía vivencial, fantasear y ser fantasía es lo único que puedo aplicar. Tentaciones para salirme de ahí, hay, sin duda alguna, pero me detengo cuando de pronto me percato que esa fantasía perfectamente puede llegar a tocarme el timbre de mi casa. Son cien los factores a los que recurro a la hora de decir “mejor que no”, excusas tontas, seguramente para muchos, demasiado racionales, para otros, de pura agueoná, para el resto.

El hecho concreto es que hoy no quiero involucrarme en nada (sexual y/o amoroso) que no pueda entregarme la certeza que no vaya a ser un error garrafal. No quiero sentirme triste, ni culpable ni tampoco hacer algo por las razones equivocadas. Yo sé lo que es eso, y ni cagando volvería a ese punto.

Ahora, también sé que el que no arriesga, no cruza el río, que hay que apostar, que uno no puede saberlo todo, ni ser prejuiciosa etc etc etc. LO SÉ, pero hay algo en el fondo de mi corazón que se activa cada vez que estoy cerca de algo más que la teoría. Algo que me dice ¡Stop! Y sé que avanzar a la mala en este camino, sería traicionarme a mi misma. Y ya me he traicionado lo suficiente en el pasado, como para seguir haciéndolo.

Una versión mía del pasado seguramente ya estaría a estas alturas pololeando de nuevo o por lo bajo, ya tendría un amiguito quita pena y calentura. Porque ojo, en un tremendo esfuerzo esto, porque una cosa es que yo racionalmente priorice este momento mío a solas, y otra muy distinta es lo que a veces me dice el corazón, el bajo vientre y mis complejos de soledad.

La vida me da empujoncitos, pero aún soy incapaz de dar el paso quizás esperando por algún milagro, tal vez genuinamente esperándome a mí misma, y en una de esas apostando por lo que me cantan aún los pajaritos en mi cabeza. Quizás sea un poco de cada una de estas cosas.

Y esto no tiene nada que ver con un cartuchismo repentino ni un romanticismo quinceañero. No espero a ningún príncipe ni tampoco me voy a reconvertir en virgen esperando por entregar mi “flor” al mejor postor. ¡Nada de eso! Esto tiene que ver con sentirme bien por las decisiones que tomo sin tener que despertarme a la mañana siguiente, encañada y al lado de un sujeto X que no recuerdo o sintiendo que no debí haber dicho o hecho nada de lo que dije o hice. Suena complejo, y de hecho, lo es, pero sí tengo claro también que NO vine a este mundo a vestir santos y tampoco tengo vocación ni de mártir ni menos de virgen. ¡He dicho!