martes, 4 de marzo de 2014

La verdadera revolución femenina

Con el tiempo he descubierto que no tiene nada que ver con poder acostarse con uno y con otro sin que te miren feo o te digan puta. Que no tiene nada que ver con querer igualarse a un hombre en sueldo, en cuántos tragos te tomas, en cómo carreteas o en cuántos quehaceres cada uno hace en el hogar. 

Mucho menos tiene que ver con ponerse los pantalones en una relación, dominar al otro masculino y tener la  iniciativa en todo. No tiene nada que ver con poder hacer todo, más  o mejor que un hombre.

La verdadera revolución femenina es algo que se gesta en cada una de nosotras el día en que entendemos por fin, que  a pesar de la cultura, a pesar de la educación, a pesar de lo que dicen los manuales atrapa hombres, a pesar de tener ovarios y un útero,  una  debe amarse primero antes que a cualquier otra persona. Que una debe priorizarse, que una debe valorarse y mirarse primero bien, saber las cojeras y las virtudes antes de amar a otro.

La verdadera revolución creo que es aprender, aceptar y entender que somos distintos, hombres de mujeres, que no hay uno mejor que otro. Aprender a quererse y a dejarse querer; algo que se hace difícil en un mundo exitista en que el empoderamiento de la mujer se ha transformado en una especie de dictadura talibana en que el sentirse bien y mujer conlleva a castrar al otro.

Es cierto, durante años, siglos nos hemos sentido sometidas por la represión masculina, se nos negaron tantas cosas, pero ahora pareciera que es el tiempo de la revancha, el problema es que al recalcar una y otra  vez que los hombres valen hongo o que podemos vivir más y mejor sin ellos, lo único que logramos es frustrarnos e ir contra la propia naturaleza, y de paso, obligamos a  que ellos modifiquen la suya.

Creo que este es el génisis de tanto hombre mamón o calzonudo como diría mi madre. Es la génesis de tanto gueón indeciso y sin bolas. Hombres planta que no saben tomar decisiones y menos saben cómo conquistar una mujer. Hombres que esperan muy cómodos a que hagamos todo, porque claro, ahora la lleva invitar a un tipo, hacerle todo más fácil, si ya ni siquiera tienen que hacer nada para que nos acostemos con ellos, llegamos y lo hacemos porque nosotras tenemos necesidades y total, ellos llevan siglos haciendo lo mismo.

Me temo que al agarrar el poder de manera dictatorial, sesgada y absoluta lo único que logramos es cercenar esa cosa complementaria a nosotras: la virilidad. Nos hemos convertido en tan autosuficientes que esos pobres seres, ya no saben qué son y menos qué hacer. Y por eso se comportan como “minas”.

He revisado en detalle varios casos de esto. Me he revisado a mí misma también y esta guevada de andar compitiendo con el sexo opuesto. Y concluí que no somos iguales y eso no tiene nada de malo, todo lo contrario. No tiene nada de malo con ser mujer, femenina y asumirse como tal. No tiene nada de malo tener al lado a un hombre que te quiera proteger y no porque una sea débil, o estúpida, sino porque está en su naturaleza hacerlo. No tiene nada de malo que él quiera pagar la cuenta o abrirnos la puerta del auto. Esto no te hace menos moderna ni transgresora, no te hace amante del machismo. Y creo que ahí estamos confundidas. Hemos confundido el machismo, la pata masculina encima de una con el cortejo, con la caballerosidad y con ello, hemos mermado la naturaleza masculina que es inherentemente cazadora.

La revolución femenina no pasa por andar “cazando”. He visto muchos casos de mujeres que han decidido lanzarse a la vida y andar “cazando” a tipos para luego llorar por las noches sobre sus almohadas porque se sienten no queridas o porque el tipo que les gusta es menos activo que un mueble. Frustra, cansa, porque no está en nuestra naturaleza hacerlo.

Puede que lo que escribo sea políticamente incorrecto en los tiempos que corren donde una es la mina multifuncional. En un mundo donde hace poco salió al mercado un aparatito sexual que te hace sexo oral (si ya ni para esto los necesitamos “aparentemente”) y puede que más de alguna que se haya casado con el feminismo esté en estos momentos con indigestión, pero vuelvo a insistir que el empoderamiento de la mujer no tiene que ver con anular al hombre, tiene que ver con pararse con los pies bien puestos en la tierra y con los ojos bien abiertos, con no andar como gusano en busca del amor perdido porque el amor parte con nosotras.


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