miércoles, 28 de mayo de 2014

B Day

Hoy es mi último día con 33 años. ¡Qué edad! Cuando sean las 12 de la noche podré decir aliviada que he sobrevivido a la llamada edad de Cristo.  De haber sabido el 29 de mayo del 2013 al soplar las velitas que iba a ser así de turbulento, en vez de pedir deseos,  me habría encomendado a Dios y a Osho. Pero no lo sabía, prácticamente no vi venir la avalancha que se me vino encima, la tragedia JF como le decimos con una amiga.

Yo creo que mis 33 ha sido la edad más convulsionada que he vivido hasta ahora, una verdadera teleserie mexicana, donde hubo de todo: amor, desamor, odio, rabia, pena, traición, sexo, locura, confusión, romances, viajes, reencuentros, desencuentros…. Hubo de todo, supongo que fueron bien vividos.

Quedando unas pocas horas antes de despedirme formalmente de mis 33 primaveras no puedo dejar de mencionar todas las cosas buenas que llegaron de la mano de lo malo, sino sería una malagradecida.

A mis 33 años viajé por primera vez sola y fue increíble, aprendí el valor de la amistad verdadera, reconocí con los ojos bien abiertos a las personas que me quieren y que están conmigo en las buenas y en las malas, reconocí el valor de la familia, me enfrenté a mis contradicciones sustanciales, aprendí a conocer de cerca mis miserias, a divisar mis demonios y quizás lo más importante, por primera  vez estuve soltera durante 10 meses y ¡de corrido! Ja!

Aprendí el valor de las oportunidades, me enteré que los momentos pasan, que el tiempo pasa, que el corazón cambia, que las personas cambian y que el miedo es el sentimiento más destructivo del mundo, que paraliza corazones, que espanta sueños, que derriba castillos.

Hace exactamente un año atrás yo estaba en otra, navegando en mi nubecita rosada, ciega, sorda y a veces hasta muda. Durante mucho tiempo repetí la siguiente frase “me habría gustado que las cosas hubiesen sido diferentes”, pero lentamente fui aceptando que las cosas fueron y son tal cual deben ser, sin un punto más ni una coma menos.

Tantas cosas pasaron en mis 33 que sólo puedo imaginarme qué puede pasar en mis 34, la vida es un misterio, un día uno está en un lugar y al día ¡paf! estás en otro.  Curiosamente si alguien me preguntara si yo haría algo distinto si pudiese retroceder el tiempo, sólo diría que sufriría menos, la vida es muy corta para lamentarse mucho por una pérdida amorosa.                No me arrepiento de todo lo que vino o hice después, porque creo que fue y ha sido parte de mi camino.

A poco de cumplir 34 años también confieso que estoy en plena lucha con mis demonios, con los más feos, con esos que creo que nunca he podido o querido enfrentar hasta hoy. Pero ya llegó mi momento. Y  bueno…. como siempre he intentado en mi vida, a chaparrón ¡una gran sonrisa!

Como es mi cumpleaños, quisiera decretar para mí unos 34 llenos de felicidad, de paz real, de sabiduría, de madurez, de mucho amor, en especial de amor propio, me decreto la llegada - cuando esté lista- de un amor lindo que me haga feliz, y como sé que la vida es de altos y bajos, decreto que los bajos estén cargados de enseñanzas, como sé que el amor no es sólo rosa, sino que también espina, decreto que sea una espina que valga la pena, decreto para mí la capacidad de elegir bien mis batallas, porque sé que energía y  fiereza me sobran, pero también sé que a veces confundo mis luchas, decreto mucho amor también para mis seres queridos, decreto tener la capacidad de perdón para quienes me hacen o me han hecho daño, decreto para mí una segunda oportunidad para amar y que me amen, decreto que todo lo dañino, tóxico y nefasto que hubo en mis 33 años se vaya y decreto que mi sueño de mayo no se truncó, sólo está en stand by: EL AMOR SÍ TRIUNFARÁ. AMÉN. 

domingo, 25 de mayo de 2014

En tiempos de cólera

Confieso que estoy enojada. No es algo de ahora último, es algo que se viene gestando de hace muchos meses. A veces lo oculto con ironía, otras veces con chistes. Debo decir que me encuentro una mujer divertida, tengo el don de convertir una historia trágica en comedia. Incluso puedo hacer reír a carcajadas a alguien sobre algo que me puso triste o que me duele. Así soy yo, una gran manga de bromas en cuyo fondo yace mucha rabia y enojo.

No es un talento tan malo, gracias a él he podido aliviar mi mente y corazón de traumas y fatalidades. Es mi mecanismo de defensa: reírme de lo que quizás no debería causarme tanta diversión.

Pero llega un momento en que hay que parar de esconder las cosas feas debajo de la alfombra y darle la seriedad que merecen. Yo siempre supe que cuando llegaría ese momento me preocuparía por mi ánimo, mis actitudes, comportamientos y corazón. Por eso dilaté tanto ese momento. Porque afrontar algunas verdades significa no sólo irme directo al diván, sino que también implica barrer con las últimas miserias de mí que quedaron de la pena y la desilusión.

La vida no es como yo pensaba que era. El amor no es como pensaba que sería, estar en pareja no es como creía… mi castillo rosado se me vino al suelo delante de mis ojos mientras yo con espanto no supe (aún no sé) qué hacer o decir.

Esto es tan fatal como que alguien comprobara que Dios no existe, que el mundo no es redondo sino que plano, o que cuando uno se muere, uno se muere no más, no hay nada más allá. ¿Qué queda por creer? ¿qué esperanza puede quedar? ¿a qué cosa una puede aferrarse? A la nada…

Me pasa exactamente lo mismo en el área del amor romántico. Es como si todo lo que yo pensé que era NO es, y lo peor es que la realidad no sólo dista mucho de lo que creí sino que además no me gusta. Y hay que decir que eso me produce una gran frustración, una gran rabia porque no me resigno, no me resigno a decir ‘chuta, es lo que hay’, y lucho, lucho en contra de la realidad, lucho en contra de mí, lucho, lucho, lucho y luego vuelvo a frustrarme, porque esto es como cuando  Don Quijote peleaba con Molinos de Viento….

Mi último intento romántico fue como haber intentado escalar la Muralla China. No me arrepiento de nada, porque el da y quita, le sale una jorobita. Di todo lo pude dar en esa pasada. Pero fue tan infértil como intentar abuenar a Godzilla con King Kong, dos almas errantes, dos almas con ganas de dominar, jamás pueden ceder con la cara llena de risa, salvo cuando hay amor, salvo cuando por lo menos uno se enamora locamente y cede hasta el suspiro.

Creo que no estoy dispuesta a vender mi alma al diablo por amor. No sé si ahora, no sé si nunca. No creo que esté dispuesta a entregar mi corazón en bandeja, no creo que esté dispuesta a modificarme entera para que alguien me quiera. Lo intenté, pero sólo conseguí enojarme más. Y el resultado final fue bastante nefasto. Tal como le dije a una amiga hace unos días, me sentí como el Chaitén… dormida… pero bastó una cosa para que ¡paf! La lava llegara hasta los lugares más impensados.

Ustedes comprenderán que para una persona que ama el amor y estar en pareja, el no poder estarlo es fatal, deprimente y muy frustrante. Pero hay un rabia en mi corazón que debe mitigarse antes de que yo ponga mis energías en una relación, de lo contrario, sólo consigo intentos infértiles que al final me hacen más daño que feliz.

C fue un hombre que me enseñó algunas cosas de mí, él fue mi espejo. Sin él, no habría descubierto este fastidio que tengo retenido y que no se va y que sé que no irá hasta que empiece a trabajar en él. Y sé también que entrar a esa dimensión desconocida será pega, adentrarse en el  lado oscuro requiere de mucha energía. Y bueno… es lo que me tocó hacer ahora, y acá  voy.