martes, 18 de marzo de 2014

Mi grito de libertad

Esta es una entrada internacional. La primera de este blog. La escribo como una diva: en Río de Janeiro, en la terraza con piscina de mi hotel mientras me bebo una cerveza y veo el atardecer.

Lo hago en medio de mis vacaciones, las primeras que me tomo sin compañía en mi vida. ¿Por qué decidí ir sola a otro país? Primero iba a ir con una amiga muy querida, pero eso no resultó, entonces tuve dos opciones: o buscar a otra acompañante para ir ahora o postergarlas hasta que alguien me pudiera acompañar.

Sin embargo, estas dos opciones me hicieron arrugar la nariz. Once again, iba a depender de otro para hacer lo que quería, por muy amigo o amiga que sea, de nuevo, dependía de la voluntad y tiempo de otro.

Fue en sólo segundos y sin pensarlo mucho que decidí que eso no estaba bien, no solo porque estaba agotada y necesitaba vacaciones, sino porque ir sola era una especie de emancipación emocional, mi bandera de la independencia, mi forma de decirle al mundo y a mí misma que he parido a una nueva versión de mí. Una forma también para valerme por mí misma, para confirmar que yo puedo depender de mí misma sin que mi mundo se transforme en un caos y sin sentirme abandonada o sola.

Algunos levantaron la ceja cuando comenté esta decisión, onda “Ay… ¿vas solita?” o peor “Ay, pero ¿sola? Qué fome”. A esas personas les sonreí y luego bloqueé jejejejje, pero ojo que la gran mayoría, esas personas que me quieren y conocen mi historia, me aplaudieron. Así que me quedo con la mayoría.

Han pasado 48 horas desde que estoy acá y puedo decir con certeza que este ha sido el viaje de mi vida. Sin desmerecer otro viaje, claro, todos han sido lindos, pero esta es el primero que ha tenido un solo propósito: Yo.  He hecho lo que he querido, he cometido los excesos que se me ha dado la gana, he hablado con gente en español, inglés en mi portugués trucho. He conocido lugares hermosos, y he caminado por Copacabana e Ipanema sintiéndome la dueña del mundo.

He sentido ese cosquilleo en la guata, de que no sólo todo ha ido bien, sino que este viaje me había estado esperando desde hace mucho tiempo. Soy libre, me siento libre, y todo lo malo, toda la pena, toda la rabia – que hoy me parece tan lejana- se ha transformado en esto.

Me siento tan orgullosa de mí misma y de lo que con lágrimas y sudor he ido logrando construir: una mujer mucho más entera y segura, lazos de amor mucho más fuertes y reales, un mundo completamente distinto. He cambiado y con ello, mi mundo ha cambiado. Hay cosas que sin duda debo seguir trabajando, hay cosas que sé que no podré cambiar, pero sí puedo amoldar y mejorar. Pero… pero… lo fundamental, ese hoyo profundo en mi corazón, lo he ido llenando con risas, felicidad, ¡caipiriña! Jajaajjaa, con puras cosas buenas. Incluso con buenos deseos para otros.



Hoy me declaro una emancipada de mis viejas formas. Hoy me declaro una rebelde de todo aquello que ayer fui. 

martes, 4 de marzo de 2014

La verdadera revolución femenina

Con el tiempo he descubierto que no tiene nada que ver con poder acostarse con uno y con otro sin que te miren feo o te digan puta. Que no tiene nada que ver con querer igualarse a un hombre en sueldo, en cuántos tragos te tomas, en cómo carreteas o en cuántos quehaceres cada uno hace en el hogar. 

Mucho menos tiene que ver con ponerse los pantalones en una relación, dominar al otro masculino y tener la  iniciativa en todo. No tiene nada que ver con poder hacer todo, más  o mejor que un hombre.

La verdadera revolución femenina es algo que se gesta en cada una de nosotras el día en que entendemos por fin, que  a pesar de la cultura, a pesar de la educación, a pesar de lo que dicen los manuales atrapa hombres, a pesar de tener ovarios y un útero,  una  debe amarse primero antes que a cualquier otra persona. Que una debe priorizarse, que una debe valorarse y mirarse primero bien, saber las cojeras y las virtudes antes de amar a otro.

La verdadera revolución creo que es aprender, aceptar y entender que somos distintos, hombres de mujeres, que no hay uno mejor que otro. Aprender a quererse y a dejarse querer; algo que se hace difícil en un mundo exitista en que el empoderamiento de la mujer se ha transformado en una especie de dictadura talibana en que el sentirse bien y mujer conlleva a castrar al otro.

Es cierto, durante años, siglos nos hemos sentido sometidas por la represión masculina, se nos negaron tantas cosas, pero ahora pareciera que es el tiempo de la revancha, el problema es que al recalcar una y otra  vez que los hombres valen hongo o que podemos vivir más y mejor sin ellos, lo único que logramos es frustrarnos e ir contra la propia naturaleza, y de paso, obligamos a  que ellos modifiquen la suya.

Creo que este es el génisis de tanto hombre mamón o calzonudo como diría mi madre. Es la génesis de tanto gueón indeciso y sin bolas. Hombres planta que no saben tomar decisiones y menos saben cómo conquistar una mujer. Hombres que esperan muy cómodos a que hagamos todo, porque claro, ahora la lleva invitar a un tipo, hacerle todo más fácil, si ya ni siquiera tienen que hacer nada para que nos acostemos con ellos, llegamos y lo hacemos porque nosotras tenemos necesidades y total, ellos llevan siglos haciendo lo mismo.

Me temo que al agarrar el poder de manera dictatorial, sesgada y absoluta lo único que logramos es cercenar esa cosa complementaria a nosotras: la virilidad. Nos hemos convertido en tan autosuficientes que esos pobres seres, ya no saben qué son y menos qué hacer. Y por eso se comportan como “minas”.

He revisado en detalle varios casos de esto. Me he revisado a mí misma también y esta guevada de andar compitiendo con el sexo opuesto. Y concluí que no somos iguales y eso no tiene nada de malo, todo lo contrario. No tiene nada de malo con ser mujer, femenina y asumirse como tal. No tiene nada de malo tener al lado a un hombre que te quiera proteger y no porque una sea débil, o estúpida, sino porque está en su naturaleza hacerlo. No tiene nada de malo que él quiera pagar la cuenta o abrirnos la puerta del auto. Esto no te hace menos moderna ni transgresora, no te hace amante del machismo. Y creo que ahí estamos confundidas. Hemos confundido el machismo, la pata masculina encima de una con el cortejo, con la caballerosidad y con ello, hemos mermado la naturaleza masculina que es inherentemente cazadora.

La revolución femenina no pasa por andar “cazando”. He visto muchos casos de mujeres que han decidido lanzarse a la vida y andar “cazando” a tipos para luego llorar por las noches sobre sus almohadas porque se sienten no queridas o porque el tipo que les gusta es menos activo que un mueble. Frustra, cansa, porque no está en nuestra naturaleza hacerlo.

Puede que lo que escribo sea políticamente incorrecto en los tiempos que corren donde una es la mina multifuncional. En un mundo donde hace poco salió al mercado un aparatito sexual que te hace sexo oral (si ya ni para esto los necesitamos “aparentemente”) y puede que más de alguna que se haya casado con el feminismo esté en estos momentos con indigestión, pero vuelvo a insistir que el empoderamiento de la mujer no tiene que ver con anular al hombre, tiene que ver con pararse con los pies bien puestos en la tierra y con los ojos bien abiertos, con no andar como gusano en busca del amor perdido porque el amor parte con nosotras.