lunes, 30 de septiembre de 2013

Mi vida teen

Soy una adolescente atrapada. Soy una adolescente de 33 años. Y digamos que soy una adolecente con ingresos – vale decir con dinero para gastar y hacer lo que quiero – y soy una adolescente que vive sola (bueno, casi , con roomate), pero que tiene la libertad para llegar al hogar a la hora que se le plazca.
Soy… el sueño de toda niña teen! Pero el tema es que sigo teniendo 33 años y digamos que no soy Benjamín Button, vale decir, no me voy rejuveneciendo con los años.

Pero como sea, hace rato que había estado teniendo esta inquietud. Por eso siempre me llamaba la atención que la mayoría de mis amistades y grupo social fueran sub 30. Prácticamente no tengo ninguna amistad casada y mucho menos con guagua. A lo más tengo una que otra amistad con hijos. Pero son los menos.

Yo me rodeo de gente, que yo defino, como de espíritu juvenil. Onda que carretean, salen, viajan, son libres.. personajes que aún no tienen miedo de reír a carcajadas, bailar a saltos  o tomarse un shop un día lunes. Esos personajes que si el viernes tienen ganas de irse a la playa el fin de semana y tienen los medios, llegan y lo hacen, porque nada los ata ni los restringen.

Ahora, también comprendo por qué siempre me he emparejado con hombres similares en ese sentido. 
Jamás podría estar al lado de un tipo con terno y corbata, con horarios rígidos, con un maletíncito lleno de papelitos, que me hable de a cuánto está el dólar, que me diga que el fin de semana vamos a ir a un asadito donde la gorda que nos espera con su delantalcito y sus 3 bellos hijos.

Mis parejas han sido juveniles como yo, porque claramente yo NO debo ser del gusto del ejecutivo tampoco y no me muevo en ese mundo de vino y queso. Bueno, de vino sí (me encanta), pero así como una cosa siútica, no. Soy la del happy hour, la del baile zamarreado, la del reggaetón o del ritmo que venga, soy la que conoce las canciones de moda, la que tira tallas en doble sentido y se ríe con ellas, soy la que no mira la hora cuando me junto con alguien, porque no tengo horarios. Soy libre… libre… libre como lo quisiera cualquier adolescente, sólo que tengo la verdadera libertad para hacerlo.

Esto me pasa por desfasada. Porque viví las cosas al revés. Porque me fui de la casa de mis papás (que eran bien estrictos) a la casa matrimonial. Porque me casé muy pendeja (a los 24 años), porque recién vine a conocer el mundo que me correspondía a los 18 o 19 años a la edad en que me convertí en “señora”.

¡Cuántos cagazos me mandé en esa época! Luego como que me calmé, y seguí otra senda, la del romance eterno. Cálculo que he estado “enamorada” durante ¡20 años! de mi vida, sí.. sólo que de distintos hombres. ¡20 años en pareja! ¡20!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! es heavy.

Entonces, ahora, que no estoy ni en pareja, ni enamorada y ni cerca de nada romántico, me pasa que hay una parte de mi que se rebela por todos esos años de entrega abnegada. Ok, lo pasé bien, y no me arrepiento. Fueron buenos hombres, todos, me amaron y los amé. Ok. Pero a pesar de ello, postergué una parte súper importante de mi vida: YO, por gusto, por elección, sí, pero me postergué.

Y recién a mis 33 años me doy gustos y recién a mis 33 años me doy prioridad. Y recién a mis 33 años hago realmente lo que se me viene en gana y no le tengo que dar explicaciones a nadie. Y recién a mis 33 años me empiezo a conocer…. Y parece que soy re divertida jajajaajajja. Mucho más de lo que yo creía ja! Y al que no le gusta… bueno, pienso que la puerta es bien anchita!


viernes, 27 de septiembre de 2013

Actitud, cámara y ¡acción!

El 2011 fue un año particularmente complejo para mí. Fue el año donde estaba metida hasta las patas en una relación media tóxica y sin mucho futuro. Fue el año en que me quedé cesante. Fue el año en que sentí que ambas cosas eran injustas, que no me las merecía.

La pasé mal. Bien mal. Me costaba levantarme por las mañanas, lloraba harto, en más de alguna ocasión me sentí desilusionada de todo, de todos y de mí. Pero de a poco me fui rearmando. Y cuando digo rearmando, no es una metáfora. Llené mi mochila de fe y caminé. Aún cuando el camino parecía oscuro y aún cuando algunos pensaban que no la lograría, gracias a la ayuda de los que sí creyeron en mí más mi positivismo eterno, la logré.

No fue de un día a otro. Fueron varios meses. Y los resultados no se vieron altiro. Se fueron dando en el tiempo. Fue rudo y estaba mucho más sola que ahora. Recuerdo esas eternas cuentas que tenía que sacar con calculadora en mano para ver si lograba sacar el mes o no (me refiero a si podía pagar todas mis cuentas sin recurrir a la línea de crédito, el happy hour o todo divertimento quedaba fuera de estos cálculos).

Siempre pongo este mismo ejemplo. En un punto este era el tipo de decisiones que tenía que tomar. O me voy a un happy hour o almuerzo hoy. No había plata para las dos cosas. Contra mi voluntad, mi madre – ella siempre tan llena de fe en mí – me regaló unas lucas que me entregaron un mes más de oxígeno. Yo no quería, porque soy tremendamente orgullosa, pero la necesidad me hizo aceptarlo.

Tuve que volver a colaborar en un antiguo trabajo que creía haber dejado en el pasado, tuve que volver a otro… tuve que tragarme mi orgullo. Y tuve que aprender a patadas. Hasta que un día lloré de nuevo, pero esta vez de alegría porque me di cuenta que logré salir del hoyo  y no sólo financiero sino que también emocional.
Recuerdo que una mañana desperté con la clara sensación que yo ya no quería más esa relación. Que ya no era esa persona que rogaba por amor y atención, que había cambiado y que no había vuelta atrás. Y… no la había.
Recuerdo el 31 de de diciembre de 2011. A las 12 de la noche pedí varias cosas en mi clásica cábala de año nuevo y que siempre me resulta. Pedí más trabajo y dinero. Pedí encontrar una pareja que me quisiera y un amor bonito.

Y llegó el 2012 y la vida, el universo y Dios me entregaron todo lo que había pedido. Y en abundancia. Y es loco, pero yo pienso que todo el año pasado fue puro aprendizaje, fue el año en que se me dieron todas las herramientas necesarias para enfrentar el 2013.

El 2013 llegó rápido. Pensé que mi vida seguiría o igual o mejor. Logré laboralmente algo que venía deseando hace mucho tiempo. Todo parecía Ok, hasta que se acercó el invierno. La vidaí me dio dos bofetadas y ahí quedé.

Me doy cuenta a poco andar, que el 2013 ha sido de principio a fin una gran lección de amor para mí, aunque suene irónico o contradictorio. El 2013, (si bien aún quedan algunos meses) creo que lo recordaré como el año del cambio, como el año de la prueba. No sé si ha sido igual o más difícil que el 2011, han pasado cosas distintas, pero sí siento que acá el camino es el mismo, aprender, ser humilde, reamarse y seguir.

Y pienso. Si no fuese por la cesantía que viví, nunca me hubiese convertido en la profesional que hoy soy – y no es que me considere para el Pulitzer – lo que pasa es que mi actitud cambió del cielo a la tierra y dejé de ser esa periodista que se conformaba con poco y tenía miedo a soñar, hoy sé lo que valgo y sé mis potenciales.

Y pienso. Si yo no hubiese dejado a ese hombre, si yo me hubiese conformado con las migajas de amor que me daba, si me hubiese empecinado en la idea de que él algún día se daría cuenta que me amaba (cosa que sucedió pero gracias a Dios que ya muy tarde), yo no habría vivido una de las historias más lindas de amor sano que he tenido en mi vida, independiente que haya tenido esto un término. Y yo no sería la mujer que soy ahora.

Y pienso. Si todo esto sucedió un 2011 y ahora me suceden cosas tristes en el 2013, ¿por qué no pensar que esto es sólo una lección más? ¿por qué no pensar que voy a salir fortalecida y airosa? Y ahora en otros ámbitos de mi vida que sin duda necesitaban ajustes y aprendizajes.

Es posible que ese mismo arrojo que tengo hoy en la pega, yo después lo reedite en el amor. Esa misma actitud de “acá vengo yo y no tengo nada qué perder porque tengo todo lo que necesito” esa actitud de “a ver ¿qué es lo que tú me tienes que ofrecer a mí?”, esa actitud que a veces se confunde con arrogancia, pero que en verdad se llama seguridad y fe.

A tan sólo 4 meses ya puedo decir que hay cosas de mí que no conocía. Hay conceptos errados sobre mi persona, y que no es posible que otros sí puedan verlos y yo no. No está bien y nunca lo estará. Y esa es una de las grandes lecciones.

Y pienso. Si mi 2011 fue difícil y mi 2012 fue la raja, ¿por qué no pensar que mi 2014 será la raja también?
La vida es un ciclo. He entendido que transitamos por malos y buenos momentos, que todo es parte de algún plan, que hay personas que siempre estarán – no matter what – en nuestras vidas y otras que cumplen ciertas funciones y luego deben marcharse. Que hay personas que aún cuando debamos guardar distancias y lejanías, nunca olvidaremos, personas que nos marcan.



Entender todo esto. Aprender, sentir, dejar que duela, soltar y desprenderse debe ser una de las cosas más difíciles que he tenido que enfrentar. Hay días en que pienso que no voy a poder, y otros en que sé con fe ciega que sí podré, porque allá.. justo en la esquina…. Justo ahí hay algo para mí… hay algo que me espera hace siglos con paciencia china. Y para allá voy. ¡Wait for me! 

domingo, 15 de septiembre de 2013

El amor

¿Qué es el amor? Yo creo que nadie en este mundo podría dar con una definición exacta. Ni Osho con sus mensajes profundos, ni Paulo Cohelo con sus mensajes sabios y algo grandilocuentes. El amor es para cada uno de nosotros algo distinto. Para algunos es sentir el olor a pasto recién cortado por la mañana, para otros es ver a un hijo decir su primera palabra y para otros es sentir un cosquilleo especial al ver un mensaje o un llamado de una persona especial.

El amor en todas sus variedades es maravilloso. El amor mueve al mundo, el amor – en el formato que venga (romántico, de pareja, de padres, de hermanos, de amigos etc) es un sentimiento y una experiencia profunda que vale la pena sentir y vivir aún cuando quizás no sea para siempre.

Y como verán yo soy number one fan del amor. Es curioso. Será porque soy terca como mula, o porque tengo una fe del porte de este planeta o porque tengo un corazón a prueba de balas, pero yo no he perdido la fe en el amor ni en las relaciones de pareja. Aún hay patria, señores.

Tras el término con N, debo confesar que trastabillé en cuanto a las cosa de la fe en el amor. Maldije y bueno, me confundí (cómo amo esa palabra ahora jejejee) y dudé. Sin embargo, ya con los meses y tras entender ciertos matices, tras comenzar a perdonar y a perdonarme, debo decir fuerte y claro que aún soy una creyente en que dos personas pueden ser felices en un mismo camino. No sé si para siempre (no soy tan devota), pero sí por el tiempo en que lo desee el destino y la historia.

Porque yo creo en el destino. El destino, Dios, el universo, los astros, la vida o como se llame nos junta y nos separa y a veces hasta nos vuelve a juntar y a separar. Y dudo que en esto existan malas intenciones, no hay juegos macabros ni mala suerte. Cada cosa es y está como debe ser y como debe estar, aunque no nos guste el orden. ¿Por y para qué? Para aprender. Y bueno, a veces hay lecciones más difíciles que otras o más dolorosas. Lo abismante es que la vida se encarga de reeditar nuestros errores una y otra vez hasta que aprendamos. Por las buenas o por las malas.

Cuando se acaba una relación, consuelos como “ya llegará otra persona” o “te volverás a enamorar”, son como un chiste de mal gusto. No alivian, aún cuando sea obvio y real. Ya, estando más lejos del dolor, del luto y de la pérdida, siento en mis entrañas que así será, pero antes, sólo debo entender y vivir un par de cosas más. No es que yo ahora me vaya a enclaustrar, ni nada, pero como que presiento que ese nuevo amor (sea algo fugaz, duradero, importante o ni tanto), llegará cuando yo esté preparada, no antes. Y siento también que no tengo que hacer nada. Sólo seguir caminando, conociendo, aprendiendo y viviendo.

Usualmente las personas tienden, en su depresión, a pensar que quedarán solas o que nadie los amará bla bla, y es legítimo. A mí no me da miedo eso, porque sé que no me quedaré sola. Sólo he tenido miedo a no volver a amar a alguien, pero ya he visto que eso no es así. Uno vuelve a amar con la misma o con más intensidad.


En esta pasada, no siento ese miedo. Sé mejor quién soy y qué es lo que tengo para dar y también – y esto es nuevo salido recién del horno- qué es lo que quiero dar. Ya vendrá mi momento, mientras tanto, intento ser lo más feliz que puedo, con los ojos y el corazón abiertos.





jueves, 12 de septiembre de 2013

Amnesia emocional

En medio de mi viaje hacia lo desconocido me di cuenta de algo que me dejó para dentro. O sea, como que sabía que tiendo a quedarme con la sensación post relación que no me amaron o que no me amaron suficiente, pero jamás pensé ni me imaginé que borraba episodios completos con tal de llegar a la conclusión de que no me quisieron.

Hace unos días me puse a leer un cuaderno de vida que data de principios de 2012 y casi me caí  de espaldas cuando me reveló (es esquizofrénico esto porque yo soy la que lo escribe) que una persona de mi pasado- que no nombraré por respeto - si bien fue un chanta durante un tiempo conmigo, después se recompuso y no sólo me dijo que me amaba, sino que poco menos que se inmoló sentimentalmente aceptando condiciones hipotéticas como el estar conmigo en condición de seudo amante mientras yo estaba oficialmente con otro, ya que estaba dispuesto a esperarme cuánto fuese necesario.

La historia que me conté en mi cabeza y sin leer nada fue que él nunca me quiso, fue chanta, después salió con una gueá rara que me quería cuando supo que estaba con otro, pero que eso es puro egocentrismo. Y sería.

Siempre me quedó la idea de que él nunca me dijo que me amaba. Pero la historia no fue tan así. Y dejo en claro que lo que escribo en mis cuadernos es sin ningún tipo de filtro. Por ende, es realidad pura, sin adornos ni dudas.

Y eso me hizo pensar mucho. Y si yo retrocedo en el tiempo, todos los que fueron mis parejas, realmente me amaron, quizás unos con ternura, otros con pasión, pero me amaron. Y me di cuenta también que  cada vez que se me acabó una relación o no resultó tal como yo quise, tendí a aferrarme a la idea que ese personaje nunca me quiso, superando a partir de ese sentimiento, esa historia.

Me pasa o pasaba lo mismo con N. Y descubrí a tientas que eso me hacía daño y como es un buen hombre, al enfrentarlo con esta inquietud, él  logró, dentro de sus posibilidades, que yo no dudara más de que me amó. Y yo le creí y le creo.

Pienso que quizás para mí es más fácil superar el dolor de una pérdida amorosa a través de la rabia y a través de algo muy concreto como: nunca me quiso, entonces, no daré más jugo, seré digna. Quizás, para mí, sea el camino con un alto costo, pero mucho más corto. En cambio, en esta pasada, he optado por el camino largo. Esta gueá a veces es casi como una procesión. Y el camino largo se viene con el all inclusive:  pensar, sentir, recordar, aprender, entender y un largo etc.

Tal vez teniendo en cuenta esta premisa se explica por qué  para mí nunca fue tan dificultoso pasar de una relación a otra. Porque claro, salía de una que, según yo, había sido un gran FAIL, así que ni loca de perderme la posibilidad que en esta otra de verdad me amaran como…. ¿yo quería? O tal vez como ¿yo necesitaba? Siendo que hoy entiendo que el amor no funciona así.

Pero la verdad objetiva es que todas mis parejas me amaron. No en vano no duraba menos de un año, no en vano después ellos siempre quieren ser mis amigos jajaajjaaja. Me da risa eso, pero es parte de mi encanto.

El recordar todo esto, me hace levantar una ceja. Hay que decirlo. Quizás no cambia el hecho que la relación haya terminado, pero sí cambia la forma en que enfrento no sólo el último término, sino que todos los anteriores. Y la forma en que sigo avanzando. El sentir que me han amado y que he sido importante evidentemente sana muchas cosas. Cosas que hasta ahora quizás no había visto. Y como siempre me pasa que ahora aprendo algo nuevo, me pregunto ¿por qué cresta no lo entendí antes? Y vuelvo a tener esa sensación de “atrasada” que hace rato me invade.


Pero.. habrá que atender al clásico, todo debe ser cuándo tiene que ser. Ni un minuto más ni un minuto menos. ¡Tan lento que es todo cuando se siente con el corazón! Dios. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Cerrando círculos

Hay momentos en la vida para todo. Para comenzar, para reiniciar, para darle la bienvenida a algo o a alguien y tiempo para decirle adiós. Tiempo para cerrar círculos. Y en eso estoy.

Ha sido todo un viaje llegar hasta acá. Siento que he cruzado por múltiples emociones durante estos ya casi 3 meses: confusión, rabia, pena, dolor, desilusión, odio parido, nostalgia, arrepentimiento, miedo, más rabia, más pena, más nostalgia. Y así.

Y es curioso, o tal vez obvio mirada la situación desde afuera, cómo todos estos sentimientos comenzaron a regularse o calmarse cuando dejé de pensar con la cabeza y empecé a sentir con el corazón. Ese día, creo que comencé a soltar esa linda relación que tuve con N, y a N en sí.

Ha sido de a poco, bien de a poco. Sintiendo pena, pero una pena distinta esta vez, no desgarradora ni fatal. Tolerable y creo que hasta necesaria. Los recuerdos lentamente han dejado de doler. A veces me he pillado incluso recordándolo pero como quien cuenta una anécdota…. “una vez fuimos…”.

Pero cerrar círculos no sólo implica soltar con el corazón. O por lo menos así lo veo yo. También implica toma de decisiones en apoyo a este proceso. Y he tenido que tomar determinaciones drásticas y dolorosas por lo demás, pero que en el fondo de mi corazón, sé que son para mejor para mí.

Porque la verdad es que me es imposible avanzar sabiendo de él. Es ingenuo creer que pasado mañana vamos a convertirnos en grandes amigos como si esto se tratara de cambiar un estado de Facebook: de pareja enamorada pasamos en un segundo a ser mejores amigos. No. Es sólo sucede en el mundo ficticio de las redes sociales. Intentar reproducir esa experiencia mentirosa por lo demás, en la vida real es un suicidio y siento que sólo alarga el sufrimiento, por lo menos el mío.

Por lo mismo, tuve que alejarme de él, de todo y de todos quienes me recordaban a él. Partí primero renunciando a una pega que aún nos unía. Aunque también la decisión de dar un paso al costado en eso tuvo que ver con cerrar otro círculo relacionado a lo laboral. Digamos que aproveché el vuelito e hice el 2x1.

Cada cosa que he hecho para avanzar ha sido con plena conciencia y sintiendo. Diciendo adiós con amor y ya no con rabia. Claro, pienso que esto quizás debí hacerlo antes, pero tampoco soy Osho ni Paulo Cohelo, no soy tan sabia ni tan santa y tampoco tengo tiempo ni plata para pegarme un año sabático para reflexionar sobre la vida en India. Soy una mujer con defectos y virtudes también, que se pone triste y se entrampa en la rabia.

No tengo grandes certezas. Me aburrí de ellas. Me aburrí de decir “ya lo superé” o “estoy súper superada”. Tampoco digo ya “sé que vamos a ser amigos”, ni sé que pasará mañana y siento que en verdad esas cosas son menudencias, lo importante está ahora y lo concreto es que él ya no está en mi vida, no quiere estar. Y él ya no está en mi vida y yo no puedo estar más en la suya, hoy por lo menos.

Tampoco voy a ser tan arrogante  como para confirmar que ya no siento nada más que pena y desilusión. Yo aún lo quiero y quizás siempre será así, no tengo idea. Sí creo que él ocupará, como otras parejas importantes que he tenido, un rincón de mi corazón, uno sano, lleno de recuerdos hermosos.

Hasta hace poco, todas las mañanas había una frase que me inundaba el cerebro y era esta: “Me habría gustado que las cosas hubiesen sido distintas”. Pero ahora ocupo otra frase: “Algo va a pasar, las cosas van a cambiar”.

Hoy día leí algo muy bonito que quisiera compartir, incluso se parece a algo que él mismo me dijo hace unos días, sobre que la vida nos había dado la oportunidad de estar un año y medio juntos.


“Es absolutamente cierto que el tiempo lo cura todo. Pero lo mejor es que puedes decidir cuánto tiempo quieres sufrir. Mientras más rápido te des cuenta de que cada relación, buena o mala, fue un regalo, más rápido podrás perdonarte y perdonar a la otra persona. Y mientras más rápido perdones al otro, más rápido comenzarás a amar y a vivir de nuevo”.
las mañanas habs. tenido, un rinci siento nada marme un año sab



lunes, 2 de septiembre de 2013

Créditos finales

Confieso que el tema de la tristeza, de la pena, a mí cuesta  bastante. En la rabia yo me muevo como pez en el agua, pero en situaciones de penurias, como que no sé qué hacer o qué decir y tiendo a huir.

Me cuesta decir “esto me duele”. Me cuesta, aún cuando lo siento. Será mezcla de orgullo, soberbia y miedo a verme o sentirme vulnerable. Miedo a que me hieran, miedo a sufrir.

Quizás, debido a la forma que he afrontado exteriormente el tema, para algunos, mi término con N es casi una anécdota, algo que pasó y como soy tan fuerte y bakán ya superé. Total, “todo es para mejor”, “todo pasa por algo”, “la vida sigue” y “ya vendrá otro”, entre otras frases vacías que la gente se repite y me repiten.

Pero para quienes realmente me conocen y más aún, para mí misma que me he permitido el desbloqueo emocional, la verdad es que no fue una anécdota, fue y sigue siendo algo doloroso, difícil de superar. Así que se podría decir que estoy de luto.  La gente tiende a confundir luto con depresión, con andar llorando por los rincones, pero eso en verdad es la primera parte solamente de la pena. La verdadera pena es cuando uno está en silencio. No hay necesidad de borracheras, ni de gente, ni de posteos dramáticos en Facebook, ni de ruido. El luto ocurre cuando uno se enfrenta a la pena cara a cara, sin máscaras y es capaz de decir en silencio y a grito pelado:  “pucha qué me duele esto”.

Me costó más de 2 meses llegar a este punto. Soy media lenteja para estas cosas. Pero llegué y eso es lo importante. Y me duele, y tengo pena y ya le dije a la persona correspondiente todo lo que tenía o más bien podía decirle.

Y fue liberador. Ya no me interesa andar haciéndome la chora, ni la superada, ni andar con actuaciones tontas. Yo aún lo extraño. Y cuesta conformarse, pero supongo que hay ciertos pasajes finales que me han ayudado un poquito a seguir mi camino. Y uno de ellos es el saber, sentir y entender que él me amó.

Algo que se me había estado olvidando por tanto ruido, por tanta cosa que uno escucha, por tanta teoría gueona y por supuesto, por las actuaciones de ambas partes. Y por supuesto, por miedo.

Sólo puedo aclarar acá que lo amé profundamente. Él fue el primer hombre en mi vida con el cual me proyecté de verdad y el primero en muchas otras cosas fundamentales de la vida. Y fui muy feliz. De hecho lo asocio a él con una de las etapas más felices de mi vida. Quizás por eso cuesta tanto soltar.

Pero he descubierto que el proceso de soltar también es luminoso, parecido al de amar. Soltar es un acto de fe, de generosidad y de gran humildad. Soltar es respirar hondo y quedarse con los recuerdos. Soltar es sólo tener la certeza de  que no se sabe qué irá a pasar con el corazón más adelante. No hay recetas, ni bolas de cristal para saber con exactitud qué sucederá, pero sí por lo menos tengo la intuición de que sea lo que sea, tendrá un significado profundo de aprendizaje y de alivio para el alma.