lunes, 27 de agosto de 2012

Ser mamá : ¿cómo será?


Esta es la primera vez que escribo sobre este tema en el blog. Es más, creo que pocos, por no decir nadie, sabe lo que yo pienso o siento acerca de la maternidad, acerca de ser mamá, de traer hijos al mundo.

Cuando me casé a los 25 años, muchas personas me preguntaron que cuándo íbamos a tener hijos. Es curioso como el estado marital hace que el resto del mundo se vea con el derecho de hacerte una pregunta que es bastante íntima encuentro yo.

Así que yo, muy seria y circunspecta respondía lo siguiente “¿cuándo? Nunca, me cargan las guaguas”. Ver cómo se le deformaba el resto de la persona preguntona siempre me resultaba divertido. Porque al decir algo así, era como si yo le estuviera diciendo que acababa de asesinar a 10 personas  y que los cuerpos los tenía enterrados en mi patio. Cara de horror y espanto.

Para ser honesta a mis 25 años, respondía eso un poquito porque me daba rabia que me anduvieran encaletando hijos y dos porque lo sentía de corazón. ¿Yo mamá? O sea, en esa época con suerte me podía cuidar sola así que no había ninguna posibilidad de que yo tuviera las ganas de cuidar a otro ser humano. 

Además, tenía hambre de vivir, hambre de conocer, hambre de darme a conocer, hambre de aprender. Así que un bebé habría estado de más. Hoy, doy gracias a Dios que así fuera.

Pensé y sentí así por varios años más. Hasta que tipo 29 años, me pregunté si era tan bueno ser así de tajante, que en un de esas, había que ser más flexible. Fue así que un día, deseé tener un perrito. Fue así que llegó Marley a mi vida, él es lo más cercano que he tenido y tengo a un hijo. Y creo que a través de él he ido desarrollando esa cosa llamada instinto maternal y que pensé que no tenía.

Con él, me he dado cuenta que soy una madre (canina por lo menos) muy protectora, o sea, he llegado a agredir a una señora de edad por él, mis grandes discusiones con gente desconocida ha sido por defenderlo. 

Y una vez incluso fui capaz de tomar del cuello a un bóxer por protegerlo. Eso me hace suponer que así podría ser como mamá humana. ¡Supongo!

Hoy, a mis ya 32 años, si me preguntan si quiero ser mamá, respondo altiro que sí, que por lo menos me gustaría tener un hijo. Y ahí viene la parte angustiante de la situación, y todas las estadísticas atroces que se me vienen encima. Porque si me pongo a pensar, me quedan 3 años para tener un embarazo de bajo riesgo. De acuerdo a los estudios, de los 35 años en adelante las estadísticas de niños con síndrome de down por maternidad tardía se eleva. Y no soy una Cecilia Bolocco para tener a mi primer hijo a los 40 y quedar regia.

Y ahí se viene el sofocamiento. 3 años son como un suspiro. 3 años es demasiado poco tiempo y me parece injusto que la naturaleza nos ponga, a nosotras, las mujeres,  este tipo de límites. Y pienso que si llego a ser mamá en 3 años, quizás sólo pueda tener un hijo. Es heavy. Así que evito pensar mucho en eso. Y concluyo que si quiero ser mamá y es mi destino serlo, lo seré. Si no, el mundo no se acaba, y seguiré siendo una mujer feliz.

Es que para mí – a diferencia de muchas mujeres – la maternidad no es la forma en que tengo para desarrollarme ni para alcanzar un estado de dicha sublime o algo así, para mí la maternidad es como una parte más de la vida que sería bonito desarrollar. Así como lo ha sido, ser independiente, trabajar en lo que me gusta, vivir sola, tener pareja, etc etc etc. Bueno…. Eso pienso ahora por lo menos.


jueves, 23 de agosto de 2012

Good lover


A ti, que lees este humilde blog, te pregunto, ¿te crees o sientes un buen (a) amante?  Pero quizás sea mejor partir por otra pregunta: ¿qué es ser buen (a) amante?

Hay respuestas para esto como cantidad de personas en el mundo. Algunos postulan que ser bueno en la cama es ser jugado, (no tener complejos, ni muchos poderes ni ser asquiento). Para otros es ser flexible (hábil y diestro en las posiciones kamasutra, hacer el famoso quico jajaj tan de moda ahora) y otros es ser generoso con el placer propio y ajeno.

En más de alguna ocasión he comentado que no existen personas “buena para la cama”, porque quizás un sujeto a mí me puede parecer maravilloso, pero a otra una verdadera lata. Depende de la química, los gustos y todo eso, pero igual, hay que ser bien sincera y decir que hay una especie de base mínima de habilidades sexuales y hay hombres que simplemente no la tienen, y lo que es más grave aún, no les importa tenerlas o aún peor, no se dan cuenta que no la tienen.

En lo personal me ha tocado de todo en esta vida. Hombres diestros, poco diestros, hombres buenos y pésimos para la cama. Pero quiero ser justa también, yo también he sido diestra y poco diestra. Mal que la mal el sexo es un arte que se perfecciona con la experiencia y la práctica y estoy segura que en mis primeras incursiones yo debí ser una lata. Así que el universo así se equilibra. Si el problema feroz es que uno no evoluciones tras las primeras veces.

Para mí un mal amante es aquél que anda apurado en todo sentido. El que no escucha, el que no quiere aprender nada. El que cree que se las sabe toda, aquél que cree que porque una vez le resultó una determinada destreza, tiene que repetirla idéntica todas las veces.
 
Pero lejos, LEJOS, para mí un hombre fome en la cama es aquél que (y ojo que los hay) al escuchar un requerimiento determinado en la cama te mira con horror y te dice “Ay, pero ¿cómo te voy a decir o hacer eso, si eres mi polola?”. Mal, mal, mal.  Y no se pasen el rollo que estoy hablando de lanzar esperma caliente o realizar mutilaciones raras, estoy hablando de colocarle una pizca de rudeza y calentura al acto.


Un hombre asquiento a mí me da como latita, un hombre que sólo quiere hacerlo a lo misionero también.
Supongo que los hombres también tienen sus listados. Supongo que son fomes las minas que se acuestan, abren las piernas y estaríamos.  También las acomplejadas onda “no me toques ahí, no quiero sacarme toda la ropa porque estoy gorda, no me mires lallaalla”. Y las que dan veredictos máximos como “Yo no hago eso”.  ¿Lateras o no?

domingo, 19 de agosto de 2012

Superada, otra vez


Advertencia: esta entrada fue escrita tras mandarme una cagada. Para que se tranquilicen, hoy mi psiquis se encuentra en mejores condiciones. Gracias.

Amigos y amigas, si la palabra burra en el diccionario tuviera foto, sería mí imagen la que ilustraría tamaño adjetivo que apunta a persona (mujer en este caso, por eso lo puse en femenino) testaruda, que no aprende de sus errores y que, dicho en buen, chileno, la caga sin mucho asco.

Soy una burra. Y juro que estoy escuchando en estos momentos el reto de mi madre, reto que no existe más que en mi cabeza, claro porque no pienso contarle mis últimos pasos porque se vendría un tremendo sermón. Un sermón bien merecido por lo demás, pero yo soy mi peor verdugo, no hay nadie que me castigue más que yo misma, cuando la cago, así que creo que por el momento es innecesario (sí, se me hace, y qué?).

Hoy tuve una conversación con un representante del mundo masculino y obviamente después de eso vi la luz, o sea, ya la había visto, pero después de su sermón y su posterior reto, entendí que era verdad lo que me estaba diciendo: que estaba dando jugo.

Me siento con caña moral.  Es decir, culpable y lo que es peor aún, decepcionada y peor aún, decepcionada de mi misma que es lejos peor que cuando uno siente eso por otra persona. En inglés diría “I let myself down”. Es una sensación feroz, tan feroz que me dan ganas de arrancarme la piel de una para ver si puedo dejar de sentirla, pero bueno, a lo hecho, pecho.

Tengo la teoría que estas cosas pasan o más bien, yo tengo estas actitudes y comportamientos algo radicales y extremos porque estoy cagada de susto.  Porque el amor y el compromiso me generan pánico, aún cuando sean cosas que yo he pedido, quiero y atesoro. Entonces algo en mi cabeza loca, hace que yo, tome un hecho puntual, lo transforme en una tremenda cosa, me enfurezca y mande o (hago que mando) todo a la mierda.

Pero este mambo yambo sicológico está bueno para contarlo en el diván pero no para someter a la pareja a ello. Así que luego de darme cuenta que en verdad estoy dando puro jugo, y lo que es peor, perdiendo puntos como loca, he decidido no dar más jugo, respirar hondo y contar hasta 1000 si es necesario antes de hacer una estupidez que podría costarme caro, que podría no tener reversa. Porque las relaciones son frágiles, todas lo son. O sea, si no la cuidas y la tienes para la patada y el combo, las cosas se van trizando, desgastando, el otro se va cansando y hasta una, quien es la que da jugo, se cansa también.

Así que esa es mi meta para lo que queda de 2012. NO DAR MÁS JUGO. (creo que ya lo he repetido cono 4 veces en esta entrada jajaja)

domingo, 12 de agosto de 2012

La GRAN lima de una relación


Hace unas semanas, conversando con Paris, mi madre, ésta al escucharme hablar acerca de lo difícil que me parece estar en pareja (más bien, estar bien en pareja) me dijo algo decidor: “Hija, siempre uno tiene que estar con una lima, limando las cosas en una relación, negociando, conversando”.

Y yo, la miré con cara de “Dios, es verdad”. Nunca pensé que algún día podría decir esto de corazón, pero creo que hoy mi madre, es mi mejor amiga. De un punto de pensar que ella no entendía o no sabía nada, de estar en constante disputa con ella, de hacer todo lo contrario de lo que ella decía o pensaba, hoy la escucho y le encuentro, en la mayoría de los casos, tanta razón en las cosas que me dice o me aconseja. Es sabia y me reconfirmo la maravilla que hacen los años en el corazón femenino.

Hoy justamente a propósito de una situación puntual que me tenía bastante molesta, me miró y tras decirme que me entendía, me dijo: “uno no siempre puede tener todo lo que uno quiere, así es la vida. Pero ¿vale la pena amargarte tanto por esto?”. Y ahí quedé, nuevamente con cara de póker. ¿Valía realmente la pena? Y tuve que volver a mirar esa balanza para ver qué pesaba más para una vez replantearme lo de siempre, ¿no le estaré poniendo un poquito de color?

Y es verdad, la situación me sigue molestando, pero no lo suficiente para que deje de estar ahí, y cito una frase que encontré hace un tiempo y que me pareció genial: “a veces hay que perder una batalla, para poder ganar la guerra”. Es así como veo el tema.

Estar en pareja no es fácil. No es como en las películas donde la gente se conoce, superan una crisis y quedan felices por siempre. Menos es como los cuentos de hadas donde está el príncipe y la princesa perfecta esperando por un final feliz. Todo es mucho más desordenado y mareador, menos glamoroso e idílico de lo que un piensa, pero a la vez, mucho más real también. Y siempre hay belleza en la realidad.

Para ser sincera, bien sincera, a veces me siento y veo superada. Y pienso atrocidades como “tal vez no sirvo como polola, tal vez, no estoy hecha para estas cosas de pareja”. Y tal vez, así sea, pero eso es una cosa, y otra muy distinta es a lo que yo aspiro a ser o entregar. Yo sí quiero ser pareja, yo sí quiero tener una relación, yo sí quiero aprender. Así que… ¡vamos que se puede! Miren que tengo la intuición que queda harto camino por recorrer.  

martes, 7 de agosto de 2012

Decir Te amo 2.0


El año pasado justamente cerca de esta fecha escribí  “Decir Te amo”, que con el tiempo se ha convertido en una de las entradas más leídas de este blog. Incluso más que aquellos textos relacionados con sexo, lo que es ya decir harto. Me llama la atención que sea así, por lo que deduzco que el fenómeno se ha dado porque debe ser un tema recurrente y de preocupación universal.

En ese momento, escribí acerca de lo difícil que se convertía a los 30 y tantos decirle al otro “te amo”, de los miedos, de las aprensiones de no estar equivocada, de decírselo a la persona correcta y en el momento correcto etc.

A un año de ese pensamiento y estando mi vida en un punto MUY lejano en el que estaba en ese momento, con otras ideas, con otra persona, con otros trabajos, con otros aires, voy a rectificar algunas apreciaciones.

No sé por qué, si será por miedo, porque nos llenan la cabeza de leseras, porque somos inseguros, pero, efectivamente a medida que van pasando los años, se va haciendo más difícil decirle al otro “te amo”. Cuesta que salga la palabra y en los casos más complicados, cuesta que salga el sentimiento.

Es como si uno dijera “te amo”, y quedaras sin ningún tipo de armamento emocional frente al otro. Es como “¡Dios! Me ha descubierto”, y siento que sinceramente le estamos poniendo un poquito de color.

Me parece que es una palabra con la que no hay que jugar ni decir a la chuña, pero tampoco es como para que nos enrollemos tanto. Supongo que el miedo pasa, por la reacción del otro frente a nuestra confesión. Y es aquí donde quiero poner énfasis para que vayamos entendiendo bien qué es lo que nos están diciendo.

Cuando decimos te amo y nos responden:

*Gracias: Estamos hasta el pi… si alguien nos sale con esta respuesta educada, mejor respirar hondo y repensar para dónde va el tema.

*(Nada, sólo una sonrisa): Cuando la otra persona se queda muda. Puede ser porque quedó en shock (lo que podría implicar una recapacitación posterior) o porque no tiene nada que decir.

* ¿Qué vamos a ver en la tele?: Mejor salir corriendo.

* Yo no siento lo mismo, pero no sé más adelante: La típica del cobarde winner. No te ama, pero te mantiene expectante para que te quedes. CHO LO VIVÍ!!!

*¡Me ganaste! Pero para allá  voy: Respuesta sincera, que te pide que esperes. Respuesta que amerita paciencia.

*Yo no, lo siento: Mejor salir volando. Y vestirse en caso de estar desnuda.

*Yo amo a otra: Amerita despedida con garabato incluido.

*No sé lo que es amar: Mejor arrancar, típica respuesta del gueón atormentado.

*Yo te quiero: Te están marcando los límites sentimentales. Onda, tu me amas, pero yo sólo te quiero.

*Yo nunca he podido volver a amar: Gueón traumado, pegado con la ex. ¡Huir!

*Yo también: ¡BINGO!

Seguramente hay personas que después de responder algunas atrocidades descritas acá, se arrepienten y todos terminan viviendo felices, comiendo perdices, así que tampoco es para tomarlo al pie de la letra, sino que tan sólo como una linda referencia.

También creo que además de estar pendiente en lo que podría decir el otro, o su reacción, es vital que uno esté seguro de lo que está diciendo, porque si uno dice “te amo”, sólo porque quieres escuchar lo mismo, no vale.

Cuando uno ama y lo dice de corazón, sin esperar mucho, sin susto, sino tan sólo  motivada por un acto natural, la respuesta, si bien igual es importante, no resulta tan sentenciadora. ¡Digo yo! 

Cuando decir upa


Es curioso, pero en el último tiempo he escuchado decir tanto a hombres como mujeres (sub 30) que ellos prefieren salir un determinado número de veces con alguien antes de tener sexo con esa persona.
 
Es un comportamiento al que yo he denominado como conducta sexual vintage y que parte de la base de la máxima (en el caso de ella) si te acuestas altiro, eres una maraca, por lo que él jamás te tomará en serio y (en el caso de él) que para saciar el deseo sexual están las putas, porque para pololear uno debe buscar una dama sin libido.

Y no es que yo esté inventando este argumento o lo esté suponiendo. Nop. Es el argumento que se entrega para explicar por qué uno debe demorarse un poquito antes de meterse en la cama con la otra persona.
Cada persona tiene un número de salidas o tiempo mínimo. Por ejemplo, hay quienes dicen, un mínimo de 3 ó 4 salidas en el mes, otros que hay que dejar pasar el mes y los más extremos, que dos meses es más óptimo.

¿Qué pienso yo? Que todo es muy relativo. Dudo que la ecuación sea: No me acuesto con él por un mes, ¿resultado? Me pide matrimonio. Y tampoco es como Dios, me acosté con él a la primera, cagué, sólo querrá eso conmigo.

O sea, yo creo que pasan esas cosas, así como también pasa que aunque hayas esperado un mes para acostarte con un sujeto, después éste, no te llama más.

Para ser bien franca, creo que es una soberana burrada el  andar armando estrategias en torno a esto. De hecho ahora que lo pienso, a mí nunca me ha pasado que por acostarme prontito, me han dejado de llamar, o me han llamado prostituta ni me han tratado como tal. Incluso, esos hombres se han convertido en parejas estables.

Yo no sé si será porque tengo un ojo selectivo para elegir a mis parejas (no me atraen los guéas), si es porque a pesar del tema de la cama, sigo dando esta especie de “aura de novia”, si es porque soy buena para la cama, o si es porque derechamente tengo cuea. Me tinca que es por un poquito de todas las alternativas anteriores.

Porque efectivamente hay casos reincidentes de minas que no hay caso, que ningún galla las toman en serio y ellas lo único que quieren es un pololo. ¿En qué irá eso? A veces pienso que tiene que ver con cómo y qué proyectas. Ni siquiera creo que tiene que ver con la ropa, ni el look. Es como una cosa de proyección. Acaso ¿no han escuchado decir a los hombres cosas como ‘tiene cara que le gusta poco’ ‘tiene cara de caliente’?

Yo en cambio tengo cara de niña de bien. Y lo soy, pero… santa, ¡jamás! Jajjaa.

domingo, 5 de agosto de 2012

Un pene fálico


El otro día me quedé en una pieza cuando escuché decir a una sicóloga en la tele que pene y falo no eran sinónimos. Que falo, era cuando se hablaba de un pene deseable.

Y de ahí se explicaba por qué hay mujeres que les gusta harto hacer sexo oral, mientras que a otras les carga, y a otro montón se les quitan las ganas con el tiempo. Todo va relacionado al poder e impacto “fálico” que tendría un determinado pene en la vida de una. Interesante.

Dicho en palabras más burdas, el gusto por hacer sexo oral tendría directa relación con el nivel de veneración y admiración que la mujer tendría sobre el hombre y su correspondiente falo. Más interesante aún.

Esto me deriva a otro tema que tiene que ver con el deseo. En mi caso – hasta ahora por lo menos- mi deseo sexual hacia un determinado hombre tiene estricta relación con mis apreciaciones respecto a su personalidad, carácter, persona y corazón. No es de mojigata, en lo absoluto, pero yo deseo a un hombre que me parece inteligente, bondadoso, trabajador, apasionado en la vida, un hombre admirable. Y creo que eso hace que yo lo encuentre atractivo, como que va de adentro hacia afuera el tema para mí.

Y volvemos a tema del pene fálico. Para mí, y quizás para muchas y muchos – porque esto es universal y no una cuestión de género – es importante admirar a la otra persona, sentir que es bakán y hasta subjetivamente insuperable en algo. No tiene que ver con la capacidad adquisitiva, ni el sueldo ni el cargo. O sea, si mi pareja es panadero, y yo veo cuán esmerado es y con cuánta pasión hace lo que hace, yo seguramente consideraré que su pan es el mejor del universo. ¿Se entiende?


 La admiración no sólo está presente a la hora de formar una relación de pareja, sino que también a la hora del sexo. Creo que es ahí cuando el pene se convierte en falo. Maravilloso, majestuoso, apetecible… y creo que esto pasa con los hombres también ¿o no? Mmmm, en algunos por lo menos. Porque quizás no todos sientan la necesidad de admirar a la mujer que tienen al lado. De hecho hay hombres que efectivamente las prefieren brutas para lucirse ellos y hombres que huyen de la mujer inteligente, ya que temen quedar como tontos. Así que quizás en eso hay diferencias…