lunes, 30 de agosto de 2010

Todo lo que odio


Hay cosas que me cargan de este mundo y de la gente que habita en él. Acá comparto con ustedes mi particular lista.

Odio:

  • El metro lleno y hediondo en horarios peaks

  • A la gente bipolar, pero no por enfermedad, sino de pura mala onda. Un día feliz, al otro amargada, un día dulce, al otro insoportable. Me temo que no hay remedio para eso.

  • A la gente que no saluda devuelta. Tengo dos anécdotas al respecto. Una vez entré a una tienda para comprar audífonos. Le dije “hola” a la niña que atendía y solo sonaron grillos. Le repetí mi saludo, porque podía ser que no hubiese escuchado. Nada. A la tercera, explote y le dije “oye, te estoy saludando, ¿Qué es lo que te pasa?”, ella me devolvió el saludo de mala gana. Otra. En mi anterior trabajo, la súper jefa era una señora cuarentona que a pesar de creerse súper top, tenía los modales de una cavernícola. A veces saludaba, otras veces te dejaba con el saludo colgando. Y como me carga esa gente, decidí no saludarla más. Después me enteré que andaba pelando que yo era una rota porque no saludaba. Dios.

  • A los que no dejan subir al metro y también a los que no dejan bajar.

  • A los que no son capaces de decir “permiso” y en cambio te empujan.

  • A los que recuestan toda su humanidad sobre el único fierro al cual aferrarse en el metro. Una vez me enojé tanto con un pendejo que no dejaba afirmarse que le pregunté “¿Cuánto te salió?”, me quedó mirando sin entender, y le expliqué “El fierro, como te apoderaste de él supongo que te lo compraste”. Imbécil. Ah, Bendito sea el que creó esos fierros que se dividen en tres.

  • A los quejumbrosos que nunca hacen nada, , los que nunca están felices, los que nunca se conforman con nada y siempre quieren más, pero no están dispuestos a hacer cambios en sus vidas. Lateros.

  • A los envidiosos, los incapaces de reconocer las cualidades de otros y siempre creen que ellos son lo máximo.

  • A los chupamedias, los que soban cualquier lomo con tal de obtener un asenso, un reconocimiento. Un asco.

  • A los cínicos por conveniencia, los que son simpáticos sólo cuando quieren algo.

  • A los que maltratan a los animales de pura maldad. Como la señora de en un lugar de Europa que metió a un pobre gato a un basurero. El pobrecito estuvo 15 horas dentro. Repulsivo.

  • A los curas y a las monjas, más aún cuando son pedófilos y abusadores.
  • A los pordioseros chantas. Cerca de mi casa se pone todos los días una señora que juega a que toca una armónica a cambio de plata. Gana tanto, que cuando llega la hora de irse, se arregla el pelo, y se toma un taxi para su casa.

  • A los que sólo hablan de ellos mismos, esa gente que se cree centro del universo y hablan durante horas de ellos, de lo que hicieron, de lo que no zzzzzzzz. Los evito a toda costa.

  • A los cahuineros que se creen pillos, los que no tienen vida y les gusta saber la vida de otros de pura maldad. Un mensaje: sé que hay muchos de ustedes que leen este blog para callado, y de copuchentos no más. Les digo que es un honor para mí, brindarles una entretención a sus vidas vacías.

  • A los que no te dejan hablar, ¿han cachado? Hay gente que habla tanto que no te permiten ni siquiera hacer alguna observación. Me cargan los monólogos en una conversación.

  • A los políticos, a secas.

  • Últimamente a los que twiteean todo el día, es como la canción “Soy un twittero” de Magmamix “Escribo hueas, escribo hueas…”

  • A los que no dejan la Blackberry o el celular de lado ni siquiera para comer o para ir al baño ¿cómo tanto?

  • A los que nunca opinan mal de nada ni de nadie, los que siempre encuentran que todo es lindo, dulce y amoroso ¡Puaj!
  • sábado, 28 de agosto de 2010


    Hoy lloré y es un alivio. Pensé que me estaba pareciendo a “Amanda”, la de la película “The Holiday” (El descanso) que no podía llorar porque estaba llena de trancas. A diferencia del pasado, prefiero estar triste, antes que no sentir nada.

    Ya no me siento enojada, sino que maravillosamente triste y conforme con la resolución final, la misma que ha sido tan evidente desde hace tantos meses.

    Raro que lo diga, pero tengo la sensación que duró lo que tenía que durar, ni un minuto más ni un minuto menos, que fue todo lo que tuvo que ser y que no fue lo que nunca tuvo que ser. Parece trabalenguas.

    Fueron tres años intensos, llenos de lecciones, llenos de dudas, pero también de momentos iluminados. No me arrepiento de nada en realidad y no quisiera hacerlo tampoco, por eso, estoy determinada a aprender a soltar, aún a sabiendas, y qué extraño que lo reconozca, que yo sigo amando.

    A mis 30 años y sin esos castillitos de aire en mi cabeza, concuerdo con quienes dicen que a veces el amor en una relación no es suficiente. En mí caso no lo fue, porque por mucho que hubiese de eso, faltaron tantos otros condimentos que permiten que una relación sea fuerte e indestructible.

    Siento decirlo, pero ahora creo que las películas rosas de Hollywood son una gran estafa, todos sus finales felices, sus reencuentros en las terminales de buses, trenes o en los aeropuertos son sólo aquello que quisiéramos que ocurriera en la vida real. La verdad es que al final el personaje en cuestión sí toma el avión, sí toma el tren y no vuelve más.

    No sé si será masoquismo o qué, pero aún así, me gustan y estoy segura que cuando pueda sintonizarla en el cable, nuevamente voy a llorar como una tonta en el final meloso de “La boda de mi mejor amigo”.

    Porque eso es lo otro que me di cuenta. A pesar de que pensaba que después del final de esta historia iba a convertirme en una persona sin esperanzas en el amor y en las relaciones de pareja, me sucede todo lo contrario.

    Hoy, sueño más que nunca con la vida que quiero para mí, sueño más que nunca con todo ese amor que creo que me ha estado esperando por mucho tiempo, que ha estado esperando a que yo esté lista.

    Evidentemente aún no lo estoy, porque esta vez quiero estar triste, quiero llorar y escuchar canciones tontas y seguir llorando hasta que una mañana ya no esté más triste. Recién ahí, estaré lista. Hasta ese entonces.

    viernes, 27 de agosto de 2010

    Cupido anda ebrio


    Si lo ven, me avisan que tengo un par de cositas que decirle. Debí haber sospechado que no se podía confiar en alguien con pañal, y engalanado con arco y flecha En fin.

    Hoy odio a Cupido, sí, me cae mal y me parece un desubicado de marca mayor. Cupido me confunde cuando lo único que quiero es claridad, cuando lo único que quiero es respirar aliviada, pero no, sigue mandando esas flechas endemoniadas, y hasta sin sentido en algunos casos.

    Cupido me ha hecho hacer estupideces a lo largo de mi vida, me ha engañado y también me ha hecho ver florecitas y maripositas donde no las había. Cupido se quiere llevar a un amigo mío y yo estoy en medio de la pelea para que eso no ocurra.

    Cupido me tiene aún suspirando por el pasado, por un recuerdo, por alguien al que – cada día estoy más segura de esta teoría – conocí a destiempo. Cupido me sigue metiendo ideas en la cabeza a ratos al estilo “aún las cosas pueden mejorar”, “él aún te ama”, “él ya se va a dar cuenta”. Lo odio.

    La otra noche sintonicé “Closer”, amo esa película, basada en la obra de teatro homónima. Es densa, pero es tan brutalmente real. Comentario aparte sale Jude Law, qué pedazo de hombre, me enamoré de él en “Alfie”.

    Bueno, Cupido embromó a todos los personajes de “Closer”, que “Alice” ama incondicionalmente a “Dan”, que “Dan” se enamora de “Anna”, que la deja por ella, pero que al final ésta, después de dejar a su marido “Larry”, decide volver con él después de un polvo culposo… ¡Qué enredo!

    El amor es así de enredoso a veces y me carga. A ratos también pienso leseras, como que sería genial poder amar a las personas que uno debiese amar. Típico que en la vida uno se topa con hombres buenos que te aman, pero que gracias nuevamente a Cupido, no te flechan. Y claro, no falta el sujeto que aparece en tu camino con un cartel colgando del cuello que dice “Danger” y ¡chaz! Quedaste prendada.

    Es un cuento de nunca acabar. ¡Pido la cabeza de Cupido!

    jueves, 26 de agosto de 2010

    Segundas oportunidades


    Hay una frase súper común que habla sobre que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Bueno, supongo que hay quienes necesitan más de dos, unas cinco, para enmendar bien sus errores.

    Me tinca que yo caigo dentro de ese selecto grupo, soy media cabeza dura, lo reconozco. Pero después de mucho andar, de mucho meter la pata, de llorar de pena y de rabia, de perder, pero también de reír, acertar, ganar, enmendar y estar lúcida, creo que hoy la vida me está dando esa famosa oportunidad para no cometer los errores de siempre.

    Tienta hacer lo contrario, obvio, pero, estoy hoy tan endemoniadamente conciente de todo lo que tengo y de todo lo que me hace feliz y no tan feliz, que me cuesta más traicionarme.

    miércoles, 25 de agosto de 2010

    Borracho, borrachito….


    Me cargan los gallos curaos. A ver, creo que veo a varias alzando la mano. En serio, me apestan los tipos que no saben moderarse en el carrete.

    Y ojo, que me encanta tomarme mis tragos y he tenido grandes y memorables borracheras, sola y acompañada, pero siempre en un contexto divertido, en un evento social con gente de confianza, o en mi cumpleaños o cayendo en una profunda tristeza. Sola, pero digna.

    Entonces, creo que debo rectificar. Me cargan los gallos curaos y desubicados, los que llegan haciendo escándalos, los que mienten, los que se hacen los chistocitos y no tienen nada de chistosos, los que jotean y te marean con el tufo, los que hacen cosas que nunca harían sobrios, los que hacen cosas y después no las recuerdan.

    Continúo. Me cargan los gallos curaos, desubicados y pendejos. Porque uno puede emborracharse así mal a los 15 años, hasta los 20 y algo, pero pasados los 30, ya no es chistoso, es triste. Y para qué les digo lo que parece un cuarentón ebrio, ¡sin comentarios!

    Sigo. Me cargan los hombres que aún no están destetados, los que en vez de buscar a una mujer, buscan a una segunda mamá, una que les limpia sus embarradas, una que les hace tecito, una que no duerme porque el “niño” salió de parranda y no se sabe cómo volverá y en casos más dramáticos, si es que volverá.

    Y vaya que me carga, entender y saber que esto es culpa de las madres de estos pasteles, o sea, de nosotras, las mujeres. Porque, si no hubiesen mamás que toleran estas estupideces, si no hubiesen novias, pololas, esposas o amantes que consideran que es algo normal andar limpiando vomito del niño o que él salga y no pueda controlarse poseído por el club de Toby, estoy segura que este sería un mundo más feliz.

    martes, 24 de agosto de 2010

    Love ink…..


    Hoy ando light, así es que me es imposible no comentar la “noticia” central del SQP que estoy escuchando mientras escribo: el tatuaje por amor de Valentina Roth y Juan Pablo Úbeda. Yiaaaaaaa?

    Puede que no todos estén de acuerdo conmigo, pero no encuentro nada más picante y siútico que tatuarse en el cuerpo el nombre del enamorado del momento. Es como una mala interpretación de la canción “I’ve got you under my skin” (te tengo debajo de mi piel) de Frank Sinatra. Pero peor aún, es ufanarse de ello y contarlo públicamente. Mal.

    Incluso ya estoy pensando que es un signo de mal augurio. Cito algunos ejemplos. Johnny Deep fue uno de los primeros al tatuarse el nombre de su entonces novia Winona Rider en el brazo: “Winona forever”, decía. La relación murió, pero el tatuaje siguió ahí, así es que no encontró nada mejor que transformarlo y dejarlo en “Wino forever”, que es como “borracho por siempre”.

    Hay casos locales como el de Coté López cuando se tatuó en el brazo “Luissy”, por su amor, Luis Jiménez. Y si mal no recuerdo, eso fue antes de que se hiciera pública su noche intensa de “El rey león” con Pinilla.

    Personalmente, ni muerta me tatúo el nombre de alguien en ninguna parte de mi cuerpo. No es por nada, pero imagínense que uno ande tatuada con distintos nombres de hombres en distintas partes, ¡qué feo! Y tampoco tengo la plata como para andar borrándolos.

    El tatuaje amoroso es como una acción que uno comete con varias copas de más o sencillamente con la tele apagada. ¡Puaj!

    viernes, 20 de agosto de 2010

    Rulos al viento


    La vida es muy rara. No la entiendo y siempre me sorprende. Me encanta. De hecho, encuentro una soberana lata el saber antes de siquiera abrir los ojos cómo va a transcurrir el resto de mi día, a quiénes veré, a quiénes no, qué comeré, con quién me enfrentaré. Es soporífero. Yo, prefiero los puntos suspensivos, la sorpresa.

    Siempre he tratado que sea así, pero a veces la rutina comienza a succionarte. Incluso hay casos terribles en que personas, a pesar de ser diagnosticadas con “rutinitis aburriditis”, se sienten aliviadas, porque a lo largo del camino, me he dado cuenta que en general, a la gente le sienta bien la rutina, les acomoda, independiente si eso va de la mano con un trabajo latero, una jefa esquizofrénica o un sueldo miserable. Más vale saber que se es infeliz cada fin de mes, que no predecir con certeza qué es lo que va a pasar.

    En fin. El asunto es que el otro día, uno bien soleado y primaveral, me ocurrió algo maravilloso. Esa mañana, me sentí como en las películas. Como, “Annette” en la película “Juegos sexuales”, cuando al final, ella desenmascara a “Kathryn” y se la ve conduciendo su nuevo vehículo, toda cool y con el pelo al viento.

    Como “Tom” en la cinta “500 días de Summer”, en la mañana siguiente que le hace el amor a “Summer” y sale de su casa, cantando y bailando. Bueno, creo que ya entendieron.

    Con mis rulos al viento y escuchando mi MP3 a todo chancho me fui caminando a mi casa con la maravillosa incertidumbre de no tener certeza de nada, sino sólo el anhelo de que algo ocurra. Eso, puede o no suceder, pero el tener en qué aferrarme o en qué poner todas mis energías, hace que todo, valga la pena.

    miércoles, 18 de agosto de 2010

    La chusca


    “Que tiene gracia, donaire y picardía”. “Dicho de una persona en Perú que tiene modales toscos”. Esas son algunas acepciones de la palabra chusca que entrega la Real Academia Española (RAE).

    Ahora, les daré mi propia versión del concepto. Todas y todos conocemos al menos una chusca durante nuestro paso por esta vida. Ustedes saben, esas minas con cara de mosca muerta, atractivas, que según ellas, nunca hacen nada malo, que nunca hacen nada de manera intencional y que concita, en la mayoría de los casos, el interés sexual, disfrazado de inocente amistad, por parte de todo aquello que tiene pene.

    Yo soy buenísima para detectar a una chusca, por muy santa que se haga. Es un olfato especial que quizás, como arma de protección, he ido desarrollando y afinando con los años. Porque esa es otra característica de las chuscas, son una amenaza para todo el género femenino y he allí, también su poder.

    Según mi experiencia, las chuscas siempre quieren llamar la atención de los hombres, ya sea con un profundo escote delantero o en la espalda, con una corta falda o ceñidos pantalones. Da lo mismo si es para ir al trabajo, a la disco, o para comprar pan. No obstante todo lo anterior, ellas siempre se quejan de que los hombres nunca la toman en serio, que siempre las jotean.

    Se incluyen dentro de este grupo, los jefes calentones, los pololos de sus amigas, los padres de las amigas, los hombres casados, el mejor amigo, y todo aquél hombre que por lógica, uno no debe fijarse.

    La chusca siempre se lleva mejor con el sexo masculino que con sus pares femeninas. Siempre alega que de un día para otro, ellas, le dejan de hablar. Piensa que los principales culpables son la envidia y su mala suerte en amistades femeninas, pero jamás admitiría que es por alguna acción suya.

    La chusca no enfrenta los problemas, ella, llora y pide con toda su humanidad, ser salvada, por un hombre, por supuesto.

    Ella es astuta, y sabe elegir muy bien a su presa masculina, que dicho sea de paso, sólo ve en ella inocencia, al estilo Lolita.

    Ahora, y esto quizás es uno de los puntos más importantes a destacar. Chusca y maraca, no son para nada sinónimos. La maraca funciona en base a sus instintos sexuales, ella siempre va a la pelea y ama el sexo. Su misión en la vida es dar y recibir placer. Pero no la chusca, ella es una estratega, busca escalar, aunque sea de “abajo hacia arriba”, literalmente. Ella engatusa, miente, planea y atrapa. Se come a su presa, y una vez que ya no le sirve, lo bota sin problemas de conciencia.

    La verdad es que se podría decir que estoy pecando de machista por “categorizar” a ciertas mujeres, o que hablo por alguna herida o de pura envidia, pero sinceramente, las chuscas hacen salir de mí la inquisidora que todas llevamos dentro, porque en mí opinión, no hay nada más bajo que conseguir lo que uno quiere – trabajo, pituto, regalo o lo que sea- a través de favores sexuales. ¡He dicho!

    martes, 17 de agosto de 2010

    Confieso que yo he sido infiel, ¿y?


    La infidelidad masculina, debe ser uno de los temas más manoseados y analizados por nosotras. Y siento que las mujeres solemos ser bien hipócritas cuando se trata de este tema.

    Criticamos, juzgamos y por último, condenamos, pero se nos olvida algo súper básico, y esto es que estos “maliciosos y lascivos” exponentes del género masculino pueden llevar a cabo la fechoría de ser infieles, gracias a alguna mujer que dicho sea de paso, le importa un pito (o un bledo, suena más elegante) que el sujeto en cuestión esté comprometido. Ojo con eso.

    Yo, a mis 30 años, tendría que ser la reina de las patudas si llegara a condenar la infidelidad o a un infiel. Siempre es fácil pensar de inmediato que quien es infiel, es una mala persona, egoísta y descriteriada, pero, hay que conocer todas las versiones para llegar a tamaña conclusión. He comprendido, con los años y con mucho esmero, que la vida es demasiado compleja para separarla entre buenos y malos.

    Yo he sido infiel y he conocido a infieles por montones. Cada uno con sus motivos, cada uno con sus razones, cada uno con sus intenciones. Y suena raro, pero en cada uno de estos puntos, hay cierta validez y legitimidad que pareciera perdonar tamaño pecado.

    Las mujeres tendemos a esta cosa de la victimización, que siento que es tan o más nefasta que hombres inescrupulosos con cientos de amantes. Esto genera harto cinismo y para ser bien franca, deben ser muy pocas las mujeres que nunca en sus vidas han incurrido alguna vez en la infidelidad o en el caso más inocente y platónico, que no haya querido echarse una canita al aire, como se suele decir.

    La otra noche participé de una junta de brujitas, esas reuniones siempre son interesantes y siempre dan tanto qué pensar. Con varias copas de más, hablando de hombres, errores, recaídas y miedos, mi amiga y la amiga de ella, concluyeron medio en serio, medio en broma, que cuando la relación de pareja se torna intolerable, lo más óptimo es ser infiel.

    Yo sólo me reí ante tamaña conclusión que, dicho sea de paso, encuentro absolutamente legítima. Sin embargo, mi travesía por el sendero de la infidelidad, además de dejarme anécdotas de antología, y el aprendizaje de más de alguna postura tipo Kamasutra, me aleccionó que un buen polvo, no sirve de nada cuando lo que buscas es evadir los problemas.

    lunes, 16 de agosto de 2010

    Cuidado: Pissed off!!!!!!


    Debe ser una de las expresiones gringas que más me gusta. Es tan melodiosa y aún siendo tan breve, engloba un concepto tan potente como es el estar enojada, enfurecida, enrabiada ¡chata!

    La otra mañana me desperté así, ¡ni me hables! Le dije a mi compañero. Me coloqué mi buzo, especial para hacer aseo y coloqué a todo volumen a mis divas de la furia, las mujeres que han logrado plasmar en sólo un par de minutos toda la ira femenina en contra de los hombres.

    Partí power con Madonna y el fabuloso disco “Confessions on a dance floor”, sin duda, uno de mis álbumes favoritos – no así de la crítica – de la reina del pop. Ahí la que la llevó fue “Sorry”, ese temón en que Madonna dice “no quiero escuchar más no quiero saber más, por favor no digas que lo sientes, lo he escuchado todo antes y no puedo tolerarlo más”. Notable coro.

    De ahí seguí con la gran y eterna Cristina y los Subterráneos. Amo el disco “Que me parta un rayo”. Me recuerda a cuando tenía 14 años. Me sé de memoria todas las letras y me identifico aún con varias. Mi favorita es “Tengo una pistola” que dice algo así, “27 años y todavía no comprendo, qué demonios hago, pasando un frío en el infierno. Si soy buena chica o por lo menos lo parece, porque nadie me mira, cuando muerdo las paredes”.

    Esa mañana tuve que detener el desfile de mujeres enojadas, pero quiero compartir más música para féminas enfurecidas y que forman parte de mi colección gold.

    Tengo a la gran e infalible Amy Winehouse. Hubo un tiempo que la escuché bastante, vaya, qué tiempos aquellos. Incluso con mi amiga P, una vez cantamos sus canciones hasta caer inconcientes de una borrachera inolvidable.

    Mi disco favorito, la que la catapultó a la fama: “Back to Black”. De hecho, el tema que hace honor al nombre del álbum es intenso. La parte clave dice algo así: “Sólo dijimos adiós con palabras, he muerto cientos de veces, tú te vas con ella y yo me voy a negro, vuelvo a nosotros”. Fuerte.

    Otra diva para mí enfurecida y que merece estar en este post es la gran Alanis Morrisette. Me recuerda a mi adolescencia, época en que comienza a gestarse lentamente el odio hacia el género masculino.

    Disco fetiche: "Jagged a little pill". Me es difícil escoger una pura canción de este álbum, porque todos son tan furibundos en contra de los hombres pero seleccionaré una no tan conocida “See right through you” y que dice en una parte así: “Me tomaste por un chiste, me tomaste por una niña, me miraste un buen rato el culo, y jugaste golf un buen rato. Tiemblas como un pescado, me palmoteas la cabeza, me invitaste a un 69, pero nunca escuchaste nada de lo que dije”. Heavy.

    En el último tiempo he descubierto a otra mujer rabiosa, pero en versión chilena: Denisse Malebrán. En el disco “Maleza” tiene un canción notable que se llama “Sábado” que está dedicada a las amantes de los hombres casados. Notable. Y dice algo así “No, no puedo compartir ni un sábado, sabes que no hay excusas hoy, no puedo aparentar que estoy aquí bien sola”.

    viernes, 13 de agosto de 2010

    Marley in love



    Confirmado. Mi Marley se enamoró. Su nombre es Niki, una Yorkshire toy de más o menos un año de edad. Ambos se conocieron cuando eran sólo cachorritos y la química fue inmediata.

    Niki, vive en mi edificio pero varios pisos más abajo. Sin embargo, Marley es capaz de olerla desde el departamento, es capaz de saber cuando la perrita de sus amores está paseando afuera.

    Ahí, en ese mismo instante, Marley, llora, llora y llora. Incluso hubo una noche en que simplemente no durmió, se la pasó llorando por la perrita que le roba el sueño.

    Cuando se encuentran mi Marley no lo piensa dos veces y bueno, apasionado él, se le monta. No le importa absolutamente nada, ya que la pasión es demasiada.

    Al ver que sus intentos son detenidos en seco, Marley vuelve a casa, triste, melancólico y sobre todo, frustrado. Si bien ya antes había tenido “onda” con otras caninas en celo, nunca antes, le había dado tan fuerte como ahora. Está inconsolable.

    Yo quiero un amor como el de Marley, loco, intenso, apasionado, que no escucha razones. Y de hecho quiero que un hombre me ame como Marley ama a su Niki, que me espere, que me intuya, que me convierta en el objeto de su amor y deseo. Hoy ya no quiero nada a medias, lo quiero todo.

    ¡Despejen!, moviendo…..


    He llegado a la conclusión que estoy en crisis, pero en el buen sentido de la palabra. Toda mi vida está cambiando, moviéndose. Es como si todas las piezas se movieran a distintos lugares y, no queda nada más que esperar.

    Yo lo comparo a una situación de hace unos días. Estaba con mi amigo M, en su auto, cuando me preguntó si es que acaso no quería probar encender el auto. Debo aclarar antes que soy peatona de nacimiento y por vocación. Me da pánico la sola idea de conducir un auto y de hecho, nunca antes en mi vida había encendido uno.

    La cosa es que cambié de lugar con mi amigo y me enseñó a como encenderlo, los cambios y hasta, en un minuto histórico, lo moví. Puede sonar bien absurdo para quienes manejan desde hace siglos, pero la instancia fue de control absoluto, era como que yo la llevaba.

    Supongo que esa fue una pequeña visión de cómo va a ser mi vida de ahora en adelante, y me gustó. Durante muchos años no tenía ni la más minima idea de qué es lo quería, mi existencia era ensayo –error, pero ahora sé perfectamente lo que quiero y lo que no. Y creo que nada ni nadie me va a sacar de ahí.

    martes, 10 de agosto de 2010

    Soltar, soltar, que el mundo no se va a acabar


    Anoche, como pocas veces en mi vida, me desvelé tratando de entender el amor romántico, ustedes saben, ese de pareja. Evidentemente no pude develar ningún misterio y sólo logré sacar una conclusión básica durante mi insomnio: En mi haber, tengo dos experiencias totalmente opuestas, pero con el mismo resultado: acto fallido amoroso.

    Con uno fui totalmente indiferente, a ratos incluso parecía que me importaba un bledo lo que hiciera con su vida. La verdad es que en esa época lo más importante era yo, yo y también yo. Como resultado final de esto, terminé pidiéndole a gritos, la separación.

    Con el otro, fui la súper mujer, súper comprometida, siempre ahí, apoyando, en las buenas, en las malas y en las bien malas. Siempre pendiente y preocupada de que él estuviera bien, de que él fuera feliz, de que él no se sintiera triste, de que él no se sintiera presionado. Siempre fue sobre él. Todo giró en torno a él. ¡Y me aburrí!

    Supongo que no es bueno, ni lo uno, ni lo otro, es decir, los extremos. Y supongo que lo que hay que buscar es todo lo que está al medio. Pero vaya, qué es difícil.

    Durante varias horas, estuve dándole vuelta a esa cosa gutural que comenzó a arder en mi estómago, supongo que ya hace bastante tiempo. Y me hice varias preguntas que tuvieron respuestas aterradoras. Comparto algunas:

    Cuántos momentos recientes de angustia vividos juntos: 1000/ Cuántos momentos de plena felicidad recientes vividos juntos: 1.

    Cuántos besos bien apasionados recientes, de esos que te dejan los pelos de punta: 0/ Cuántos deseos frustrados por obtener esos besos apasionados que te dejan los pelos de punta: 1000.

    Cuántos sueños en conjunto: 0.5/ Cuántos sueños en singular: 1000.

    Y ojo, que puedo seguir y seguir. Sé que con J somos muy amigos, que nos queremos harto, que siempre estaremos juntos de algún modo, pero a este discurso me dan ganas de agregarle hoy un “bla bla bla”, por mi hastío. Sí, porque estoy hastiada y herida principalmente. Un poco enojada, molesta y muy, pero muy frustrada.

    Lo amé como aman las locas, ciega, sorda, muda y en una de esas, estúpida. Siempre imaginándome que todo iba a estar bien, aún cuando veía cómo se me caía el techo sobre la cabeza. Siempre esperando, esperando y esperando. Parece que me cansé.

    Cuesta soltar, o mejor dicho, a mí me cuesta soltar, incluso lo malo, tengo esa fijación de aferrarme, de no permitir que nada cambie, supongo que es por miedo. Pero a la vez esta sensación en mi estómago me grita que si no suelto ahora, después va a doler el doble, o peor aún, quizás no pueda y termine por inventarme otro cuento de hadas en mi cabeza que sólo existe ahí. De hecho, ahora que lo pienso, me carga la ciencia ficción, prefiero la realidad.

    lunes, 9 de agosto de 2010

    Señales


    El otro día acompañé a un amigo a comprar unas cosas a un supermercado por allá arriba. Yo, que no acostumbro a pasearme mucho por esos sectores top, (me apuno) quedé maravillada con la variedad de productos y por lo enorme del lugar, parecía cabra chica en juguetería nueva.

    Eso me hizo pensar en esas señales que indican que estamos envejeciendo o dicho de una manera más elegante, que vamos madurando. Porque les digo, si hace cuatro años me hubieses hablado sobre las bondades de un supermercardo, yo habría dado dos bostezos de pura lata. Las cosas cambian cuando se cumplen 30 años.

    Aquí, mi particular listado de estas “señales”:

    - “El carrete bullicioso”: Me pasó el año pasado. Con J, decidimos irnos a tomar unas “chelas” a un popular y por cierto universitario local que queda por Manuel Montt. Fue fatal, nos cargó la atención y también el hecho que no se pudiese ni hablar en el lugar, por todo el ruido, que incluían carcajadas estridentes de estudiantes ebrios, sonido de rock pesado del Wurlitzer y choques de las jarras de cerveza contra el piso. Hace unos cuatro años, todo esto habría sido parte normal del carrete, pero ya no, era molesto y fastidioso. “¡Estamos viejos!”, concluimos.

    - “Todo el copete sirve”:
    Con los años me he ido poniendo bien exigente con el tema del copete. Me encanta tomarme mis tragos de vez en cuando, pero, BUENOS tragos, y no de esos destilados de marca chancho que dejan cañas del terror, o de esos tragos preparados aguados ¡puaj! Pero resulta que a mis 20 y tantos, encontraba que cualquier cosa que tuviese alcohol sabía de lo más bien, incluso llegué a emborracharme “feliz” con cerveza de la más picante o con el ron de una poco respetable marca.

    - “Dormir hasta las tantas”: Me acuerdo cuando iba en la U, podía acostarme una noche a las 10 y aún así ser capaz de dormir de corrido y sin culpas hasta las 1 de la tarde del día siguiente. No me significaba ningún esfuerzo ¡rico! Pero, ahora, ya no puedo, aunque quisiera. Porque aunque me acueste tarde, igual, tiendo a despertarme temprano. Es una cuestión de edad y de veras, que lo odio.

    - “Como lechuga”: Es algo parecido al punto anterior. Años atrás podía carretear hasta la hora del queso, beber, fumar, bailar y varios otros “ar” en exceso sin convertirme al día siguiente en un estropajo humano. Ya no. Ahora debo cuidarme en ese sentido, porque sé que si carreteo heavy una noche, al día siguiente, todos mis sentidos van a estar dormidos y lo único que voy a querer es dormir, dormir, dormir.

    - “Cero rollos”: Esto a veces también lo echo de menos. Cuando tenía unos cinco años menos, recuerdo que no era tan analítica como ahora, llegaba, hacía y deshacía a mi antojo. Si me gustaba alguien, llegaba y me plantaba con ánimo de conquista, total, no tenía nada que perder. Si alguien me caía bien, llegaba y lo convertía en mi mejor amigo (a). Pero ahora no, supongo que la madurez te hace pensar las cosas mil veces antes de hacerlas, para no cometer de nuevo el mismo error, o para que no te pelen. Uno tiende a enrollarse más porque hay cosas que se permiten a los 15 o a los 20 años, pero no a los 30…..

    - “Dietas Express”: Odiable, pero es la realidad. Con varios años menos, yo dejaba de comer pan y en un par de semanas, podía bajar unos cinco kilos. Ahora, ya no. No sólo debo dejar el pan, sino que también debo medirme en otras comidas y más encima hacer ejercicios, si es que quiero llegar a algún lugar. ¡Lata!

    - “A todo terreno”: Aunque para los que hoy recién me conocen sea una sorpresa, amaba los carretes. Salía, sin importar si hacían varios grados bajo cero, si llovía, tronaba o terremoteaba. La cosa era pasarlo bien. Sin embargo, hoy, la pienso varias veces antes de exponerme al frío de madrugada. Incluso, estoy segura que he pasado de latera, las veces que he desechado alguna diversión nocturna por preferir estar en cama, calientita, abrigada por mi poco sexy y pink pijama de polar, viendo una película buena por el cable.

    - “Para ser bellas hay que ver estrellas”: Como la mayoría de las mujeres de este planeta, cuando más joven, seguía religiosamente este dicho, seguramente inventado por un hombre sádico. Sin importar cuánto frío hiciera, yo vestía liviano y juvenil, cosa de verme flaca y top. Nada de esos abrigos gruesos que me hicieran ver más gruesa de lo que soy ¡No! y si había que salir de noche, la ropa que usaba en invierno, era exactamente la que usaba en verano. Pero ya no soy así ¡para nada! Yo privilegio hoy la comodidad y las prendas gruesas. Es que ahora si tengo frío, la paso mal y me dan ganas de virarme de dónde esté. Hoy ocupo camisetas de polar, panties, calcetines gruesos y otros productos anti – frío, que hace algunos años ni muerta me habrían pillado en mi clóset. Yo tengo la teoría que a los hombres les pasa lo mismo, no en vano, la venta de “matapasiones” ha aumentado este invierno, la diferencia es que nadie habla de esto.

    - “La gurú”: Por alguna razón, la mayoría de mis amigas tienen varios años menos que yo. Quizás tenga cara de consejera, pero la verdad es que cuando me cuentan sus rollos amorosos o sus idilios semi juveniles, me da ganas de zamarrearlas, ya que las respuestas y las direcciones son tan obvias, pero después me acuerdo que yo también me confundía. Así, muchas veces, sin querer queriendo, me encuentro dando una serie de consejos, sacados de mi baúl de “sabia de los 30”. Me hace sentir vieja, pero por lo menos parezco aterrizada. Pero peor es cuando algunas sub 20 me cuentan sus teleseries y debo disimular para no mostrarme en shock con alguna locura descrita. Incluso he tenido que morderme la lengua para no decir “¡Cómo hiciste eso!”... Vieja, pero digna.

    - “Mis favoritas en los estrenos”: Antes, me pasaba que casi todas mis películas favoritas estaban en el peak de la taquilla, sin embargo, hoy es todo lo contrario. Incluso, con estupor he divisado cintas de mi niñez o adolescencia siendo exhibidas por el canal TCM, la señal de cable que da sólo películas, calificadas como antiguas. Y lo mismo me pasa con la música, ya que debo acudir a las emisores más retro para escuchar mis temas preferidos. Dios, lo único bueno es que ser retro hoy está de moda.

    - “Si es rico, da lo mismo”: En mis veinte y tantos, la parte física era un tema fundamental, especialmente cuando la meta era sólo conseguir algo pasajero, el famoso y actualizado “touch and go”. Por ende, si yo conocía a un tipo guapo, poco o nada me importaba si es que hablaba puras leseras o si era caballero. Sin embargo, hoy, soy mucho más fijada y, exigente. La lista es innumerable, pero el tipo tiene que tener un buen trabajo, vivir solo, ser más o menor ordenado, higiénico, inteligente, caballero, atinado….. y la lista sigue y sigue.

    miércoles, 4 de agosto de 2010

    Me creía Ariel





    Creo que rayé la papa cuando chica con esta película. La vi más de mil veces y me creía la sirenita Ariel, cantaba todas las canciones, me sabía los diálogos de memoria y me tinca que estaba media enamorada del príncipe. Quizás ella es una de las razones por la que siempre quise ser colorina.

    La segunda imagen corresponde a mi juguete favorito de niña. Es de una marca súper conocida y albergaba a los que aún se conocen como “Little people”, claro que las versiones de hoy son muchos más grandes, me tinca que varios niños se ahogaron con uno de ellos o se murieron intoxicados porque en mi época eran de un plástico medio pintado. Como sea, mi casita está completamente equipada, es maravillosa, tengo hasta los WC en miniatura. Ah, y si jugaba con otra persona, sólo si ésta era muy especial podía personificar al perro, que a todo esto, siempre se robaba el auto de la familia.

    Amaba a los pitufos ¿y?




    Esos monitos tienen un significado especial para mí porque mis papás me lo compraron cuando fuimos a Disney World ¡Yupiiiii! Sí y lo pasé chancho, tenía unos 9 años más o menos. Hay cosas muy divertidas de ese viaje, como que me sacaba fotos con Mickey o Minnie en tamaño real a regañadientes porque me daba miedo la gente disfrazada de monitos animados. Otro dato freak, aunque quizás ya no es así, pero el castillo, ese de la Cenicienta, el que aparece siempre en los inicios de las películas de Disney, bueno, no venden más que carteras ¡qué desilusión! pero insisto, quizás eso ya cambió.

    La segunda foto corresponde a un aparatito cuyo nombre no recuerdo, pero cuya gracia era que podías colocar una mini foto en su interior, la que podías ver más grande gracias a un lente que tenía el aparato. Nada de práctico, como la mayoría de las cosas de la época, pero era ingenioso, por lo menos.


    ¡Ah! y lo que se ve en la última imagen es para mí un ítem de colección. Cuando chica amaba los pitufos, veía los monitos animados, tenía el peluche del papá pitufo y hasta coleccionaba el álbum, ustedes saben, de esos que tenían láminas de cartón y que había que pegarlas con pegamento. Bueno, estos pitufos venían en un promoción, si es que no me equivoco, en la pasta de dientes Pepsodent. Tenía toda una colección. Ahora fíjense bien en el pitufo de la izquierda, el de la flor, desde niña me parecía medio raro, y hoy ya tengo la certeza: era gay.

    El famoso cubo


    El clásico cubo, el otro día quedé para adentro cuando supe que aún hay torneos internacionales donde compiten para ver quién logra cuadrar todos los colores en menos tiempo. Aunque me dé vergüenza confesarlo, después de más de 20 años, aún no sé cuál es el truco, pero me encanta, porque es tan ochentero…

    La verdadera Angie


    Ojo que esta no es nada Candy, se parece, pero ¡no! es Angie, ¡no la ex de Schilling! Es Angie, la niña de las flores. Este es un espejo de juguete que era mío cuando era una tierna e inocente niña y que tenía la imagen de la sufrida rubia.

    Hija de los '80



    Yo amo la década de los 80, aunque muchos digan que fue la peor época de la moda y de los peinados, o que las fiestas spandex eran para puros freakis y nerds (qué noventero ese término) o que las mujeres parecían cualquier cosa con tanta sombra de color.

    Lo cierto es que yo nací en 1980, por algo los Prisioneros cantaron “Algo grande está naciendo…” saaaaaaaa, jajaja, lo cierto es que amo esa década, con toda su chabacanería, todo su color, todo su pop, hasta con sus peinados con laca.

    Si bien era sola una niña en ese tiempo, hay cosas que me quedaron pegadas con “stick fix” en la mente, y hoy quiero revivirlas.

    Creo que heredé el alma coleccionista de mi padre y en mi casa tengo mini colecciones de épocas. Me encanta todo lo retro, lo antiguo o como dirían los siúticos cool, lo “vintage”.

    Y quiero compartir parte de mi colección ochentera. Voy a partir con uno de mis tesoros: mi View - Master. Para los más jóvenes, que probablemente no tienen idea de qué se trata (Dios, sueno como abuelita), este aparatito apareció a fines de los ’70, pero en los ’80, igual la llevaba. Yo encontré éste en esas tienditas de juguetes usadas a precio huevo. Las películas las encontré en el mágico Persa Bío Bío.

    Las razones equivocadas


    Hace unos meses y después de revisar obsesivamente los pro y los contra, planeé mi huida. Ésta consistía en comprar un boleto sólo de ida hacia otro planeta, bueno, no tanto, pero casi. Quería vivir en Los Vilos, un bello y ultra tranquilo balneario de la IV Región, para quienes no tienen la dicha de conocerlo.

    Mi sueño era huir de Santiago, de mi profesión, de la gente tóxica, de todo. Iba a poner una tiendita de ropa y accesorios en Los Vilos. Fue una delicia imaginar mi vida sin mucha tecnología, al estilo hippie, a pies descalzos y lo mejor de todo, en paz y con el patio playero que Marley tanto se merecía.

    A pesar de todos estos anhelos y del corazón que le puse, la vida quiso otra cosa. Y fue duro darme cuenta y aceptarlo. Recuerdo perfectamente la tarde que lo supe, me rehúse a llorar, porque estaba tan enojada tan llena del clásico “¡Por qué a mí!”

    Pero después que pude dejar mi soberbia a un lado y acallé mis alegatos contra Dios y sus injusticias, me puse a pensar en por qué no me había resultado, qué cosa había en el destino que no lo permitió.

    Y fue así que en un momento zen, me di cuenta que la vida no me había dejado partir, porque quería emigrar por las razones equivocadas, porque yo estaba huyendo de todo y de todos. Así es que el destino me chantó y me obligó a resolver mis conflictos acá en la capital.

    Pero para que vean que la vida es muy rara, a los pocos días del “suceso”, J, después de varios meses de incertidumbre, logró la pega que tanto añoraba y yo tuve que concentrarme bien en qué es lo quería hacer de mi vida. Claro que hubo momentos de rebeldía en que la respuesta era “nada , seguido por un "que se vaya todo a la mierda”, pero llegó un punto en que me di cuenta que parte de mi destino era escribir. No en vano lo hago por vocación desde que tengo 12 años.

    Todo comenzó con un cuaderno, luego, otro y hoy son ¡muchos! Además, mi no - partida fue lo que motivó el inicio de este blog y la gestación de nuevos sueños. Mi no – partida me ha hecho valorar mucho más mi libertad y me ha hecho entender que al final, uno tiene el poder para hacer de la vida un maravilloso viaje. En eso estoy…, work in progress.

    martes, 3 de agosto de 2010

    Esas malditas habas


    Creo que cuando recién me titulé pensé que iba a trabajar en una especie de fábrica de chocolates comandada por Willy Wonka. Supongo que nunca nadie me supo advertir que el mayor desafío del mundo laboral, era afrontar a las personas tóxicas que se van encontrando en el camino.


    Porque digámoslo, no es un cliché decir que allá afuera es una jungla, hay una variopinta fauna que muchas veces puede jugar con tu mente y hasta con tus motivaciones.

    Ahora, mi camino profesional ha ido haciéndome entender que no existe Willy Wonka, pero también que hay cosas que no puedo tolerar, por más que intente hacerme la lesa. Esto mismo, me ha hecho valorar tanto mi libertad, y la persona que soy.

    Recuerdo cuando una vez trabajé en una empresa de ingeniería donde a grito limpio se trataba de “estúpida”. Esa fue la primera vez que renuncié y lo hizo a lo Jerry Mcguirre. Pesqué mis dos pilchas y me fui con el pelo al viento y con la seguridad que era lo mejor que podía hacer. Y lo volvería a hacer, aunque eso significó que tuve que ir a la inspección del trabajo porque no querían pasarme el finiquito y aunque ellos se desquitaron colocando en mis antecedentes “abandono de trabajo”. A mucha honra, debería decir también.

    Pero no por eso no he sido nuevamente blanco de la agresividad y mala educación de otras personas que he conocido en el ámbito laboral. La última vez que alguien me gritó, me dolió, pero no por el grito – uno tiende a tener cuero de chancho – sino porque sentía cierto aprecio por esa persona. Lo increíble es que en esa oportunidad le dije todo lo que tenía atragantado, no obstante, jamás podrá entender cómo un grito puede herir tanto. Pobre, qué pena.

    En todo caso, fue ese grito lo que me motivó a emigrar de ese lugar de trabajo al que le guardo gran agradecimiento porque no sólo me enseñó cosas profesionales, sino que también porque me aclaró la película respecto a qué es lo que NO quiero para mí y quien NO quiero ser.

    El viejo dicho indica “en todas partes se cuecen habas”, es decir que en todas partes uno se va a encontrar con el tipejo envidioso, el que se siente mal pagado o el personaje medio siniestro, truculento y hasta la jefa con malos modales.

    Yo odio las habas, me dan indigestión y como eso yo ya lo sé, estoy concentrada en construir mi propio sistema para no tener que ver mucho con ellas. Algunos ya me dicen loca o idealista, pero como una o como otra, creo que sobreviviré para contarlo.

    lunes, 2 de agosto de 2010

    Frank y Paris: el tributo


    Frank y Paris se sientan en la mesita de la cocina a discutir el tema de la noche que los tiene inquietos hace varias horas: la película que verán por el cable.

    Mientras Paris se inclina más por el drama y los filmes románticos, Frank prefiere ver alguna película que fue éxito en su juventud. Si es protagonizada por Peter Seller, tanto mejor.

    La discusión parece no tener fin, mientras Paris con revista del cable en mano, encierra la cinta que a ella más le parece, Frank asegura una y otra vez que justo esa ya la vieron, solo que ella no se acuerda. Paris, después de debatirle un rato, concuerda que sí, que efectivamente la vieron unas noches atrás y que más encima era mala.

    Frank y Paris son personas fundamentales en mi vida, son mis padres, y no es que se llamen así, pero son los nombres de fantasía que se ganaron después de alguna loca conversación con mi amiga P.

    Paris se debe al amor que le tiene mi madre al “Shopping”, a las vacaciones de lujo y al mundo muy particular en que ella ha decidido habitar sin importar cuán real es, mientras ella lo vea así, el mundo puede irse al carajo un rato. Y Frank es en honor al gran Sinatra, el mismo que cantaba “New York, New York”, con su pelo cano, y su pinta de viejo zorro.

    Durante años renegué de ambos. Con soberbia los condené por el hecho que durante mi adolescencia y mi época universitaria fueran tan, pero tan ¡restrictivos! Incluso en algún punto creo que llegué a pensar que si no había resultado mi matrimonio, era por culpa de los dos.

    Creo que también le rogué a Dios no parecerme de ninguna forma a los dos y les enrostré – en silencio, por suerte – cada uno de los errores que cometieron conmigo, las faltas de apoyo y, por supuesto, la carencia de abrazos, besos y simples “te quiero”. Porque Frank y Paris me aman, yo lo sé, pero ¡por Dios que les cuesta demostrarlo con palabras o de manera física!

    Pero algo pasó y creo que fue post separación. Algo sucedió en nuestra relación tan disfuncional como la mayoría de las relaciones padres – hijos: Crecí y dejé de juzgar por un momento. Dejé de culparlos de todo lo malo de mi personalidad y de mis errores. Dejé de verlos como estas dos personas que nunca podían equivocarse, y comencé a verlos como dos humanos, con defectos – unos más graves que otros – que no nacieron sabiendo ser padres y que se fueron puliendo en el camino y que me querían de la forma que podían.

    Creo que lo más importante en ese proceso fue que dejé de “esperar”. Dejé de tener expectativas con ellos, dejé de querer que ellos fueran de una cierta manera, es decir, que fueran distintos a lo que son. Fue así que increíblemente comencé a ver las cosas buenas que ellos aportaron y aportan a mi vida y que al final, me hicieron ser lo que soy hoy, con lo bueno y lo malo. Me di cuenta que incluso los errores que cometieron conmigo, fueron engendrados por amor.

    Me guste o no yo soy hija de Frank y Paris, y soy también hija de mis historia familiar que increíblemente reproduce algunas heridas generación en generación. No obstante, me di cuenta no hace mucho que mi misión en esta vida es cambiar una parte maldita de nuestra historia, para que así mis hijos y los hijos de mis hijos puedan ser felices en libertad.

    Yo amo a Paris y Frank y sé que ellos están y estarán conmigo en las buenas y en las malas. Me he dado cuenta que hoy incluso me apoyan cuando saben que estoy cometiendo un error, ellos se dan cuenta, pero en silencio, porque al final del día lo único que quieren es que yo sea feliz, independiente de cómo a ellos les gustaría que yo fuera feliz.

    Frank y Paris pueden discutir y echarse en cara los errores del uno y del otro, que Frank fue infiel, que Paris fue infeliz y que pudo hacer más en esta vida que ser una leal esposa y abnegada madre, pero en el fondo, se quieren y se necesitan, lo que pasa es que a veces no se dan cuenta y si se dan cuenta, les da miedo reconocerlo, qué loco ¿no?

    Viva Miss gordita 2010


    Con 189 kilos, la italiana Giovanna Guidoni acaba de ser coronada como “Miss gordita 2010”, un concurso que se realiza en el marco de un festival y que tiene tantos adeptos como detractores.

    La verdad es que yo le veo el lado positivo, ya que noticias como estas se transforman en un especie de bálsamo en un mundo donde lo “re – flaca”, las liposucciones y obsesión por todo lo light y los kilos de más parecen amargar a demasiadas mujeres en este planeta.

    Y ojo, que al parecer es un fenómeno que viene creciendo, ya que el año pasado comenzaron a aparecer una serie de revistas femeninas que decidieron colocar en sus portadas a mujeres más robustas y voluminosas, provistas de lo que comúnmente conocemos como “rollitos”.

    Personalmente me cargan las dietas. Casi nunca me subo a la balanza y tampoco me ando fijando si el producto es o no light. Jamás he tomado ni una sola pastilla para adelgazar por muy natural que digan que es. Tampoco he vomitado motivada por la culpa de comer de más, ni me he sometido a esas dietas demenciales en los que sólo puedes beber té o jugo durante varios días o semanas.

    Supongo que en ese aspecto difiero bastante de mi género, ya que las “minas” – Dios cómo odio ese calificativo – comen puras ensaladas y viven sintiéndose mal por haberse salido de la dieta.

    En todo caso, creo que siempre estoy en el límite de convertirme en esa “mina”. ¿Y cómo no? Si al sólo abrir un ojo por la mañana en la tele me bombardean con tal o cual producto para bajar de peso, el té de un doctor chino milagroso que te baja las grasas, o el aparato innovador que en sólo 10 minutos promete reducir centímetros de mi cintura.

    Incluso los programas más serios también me lo dicen, el clásico testimonio de la mujer obesa o robusta cuya vida era una mierda y llena de soledades cuando tenía kilos de más. No obstante cuando bajó, su vida mágicamente se arregló, hoy con su nueva vida de flaca, está casada, feliz, cabe en un asiento de la locomoción colectiva y lo que es mejor, tiene el mejor sexo de su vida.

    Después de enfrentarme a todo esto, cómo no me voy a sentir gorda. No consumo el té chino milagroso, y tampoco tengo tanto crédito como para comprarme ese aparatito que hace milagros en mi zona abdominal, tampoco me interesa mucho. Lo único que me queda es el clásico y también gratis “cierra la boca”.

    De hecho, hace unos meses decidí bajar de peso, sé que están pensando que me estoy contradiciendo pero sigan leyendo. Dejé de consumir hallullas y marraquetas (mi perdición), y los cambié por pan pita. Al almuerzo comencé a consumir sólo una taza de arroz o de lo que fuera y me alejé de todo lo que es comida chatarra.

    Lentamente comencé a bajar de peso y a sentirme mejor de salud. Comencé a entusiasmarme y a ponerme ambiciosa, por lo que quise seguir bajando de peso con la fantasía de que la balanza marcaría lo mismo que cuando tenía 15 años.

    Pero me di cuenta de lo obvio: a los 30 años uno no baja de peso tan fácilmente como cuando se es una adolescente. Se puede, pero hay que hacer sacrificios mayores, como comer sólo ensaladas, hacer mucho ejercicio y obsesionarte con todo lo light e hipocalórico.

    Fue así que supongo que tomé una decisión de vida apegada a mis propios principios. Me pregunté si es que estaba conforme con cómo me veía y con los kilitos que había bajado, y como la respuesta era afirmativa, decidí permanecer con mi pan pita y mis cuidados básicos, pero me rehúse convertirme en otra “mina” más, obsesionada con su IMC o con los tratamientos reductivos.

    Creo que la vida es demasiada corta y hermosa para andar torturándose de ese modo. Todo exceso es malo, pero, digamos las cosas como son, aunque me queme en el infierno de las “minas”: ¡es rico comer! Además, si nos ponemos más profundas, nosotras, las mujeres, tenemos el mismo derecho que los hombres a disfrutar de una rica comida, porque si nos fijamos bien, el tema de los kilos de más también está relacionado con un machismo imperante, que dicta que los hombres pueden estar gordos y feos, pero las mujeres siempre deben estar bellas y esbeltas…. ¡Puaj! Eso da para otro post.

    domingo, 1 de agosto de 2010

    La fantasía de “la ama”


    Marley exige pocas cosas, pero sus paseos por la mañana y por la tarde son sagrados. Como es obvio, los matinales siempre son los más duros, especialmente entendiendo que son antes de las 8 AM sin importar si hacen varios grados bajo cero, si está lloviendo o tronando.

    Recuerdo que la primera vez que fui protagonista de este fenómeno masculino fue cuando Marley era un bello cachorrito. Estaba en el parque con mi cara deslavada y mi pelo rebelde de 7 AM, cuando de pronto se me acerca un tipo para alabar a Marley, para decirme lo lindo y juguetón que era, etcétera. Yo, fui amable y asentí. Acto seguido me preguntó si es que la “raza” del Marley (mi pequeño es un kilitrito infiltrado en el mundo pituco del pedigree, pero que no salga de aquí) era buena para compartir con gatos.

    Acto seguido este tipo se vio con la confianza para preguntarme si vivía por el sector y para preguntar mi nombre. Paré en seco la conversación y me fui a casa, pensando que había sido la “volada” de un tipo agrandado. Pero no.

    Esta misma situación volvió a ocurrirme varias veces más. Jamás se me va a olvidar una emblemática en que me habló un tipo argentino con pinta de modelo de ropa interior para decirme que Marley era muy lindo y que seguramente él servía como “nexo” para que muchos tipos lindos se me acercaran a hablarme. ¡Plop!

    A estas alturas, ya no me sorprendo de los clásicos y medios trillados “Oh, qué lindo el perrito - pero la dueña es más linda” o el típico truco de llamar con silbidos a Marley para que yo también vaya en la misma dirección.

    Suena raro, pero parece que es más común de lo que uno piensa. Y después de pensar sesudamente en qué relación hay entre andar con un canino y andar “provocando” a los hombres, me di cuenta que hay efectivamente un link.

    Creo que tiene relación con el tema del “poder”, de la dominación. Los hombres ven a una mujer con una correa y un perro que les hace caso y se imaginan mil cosas, ¡qué no se imaginan! Supongo que también hay un poco de esto de la imagen de la mujer maternal, la que cuida el perro, pero sin duda, creo que lo domina es esto de la que manda.

    Tendría que haber un dicho, estilo “mujer que manda a perro, mujer que manda en la cama”. Ahora, también supongo que el perro en cuestión puede volverse la excusa perfecta para entablar una conversación por idiota o banal que sea.

    No es por nada, pero yo igual no me la compro. Supongo que no me trago esto que un hombre intente acercarse a mí a través de Marley, es medio patético y hasta altamente sospechoso, pero bueno, cada uno con sus artilugios.